Capítulo 25: El rey de los vampiros.

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—Tu nombre —exige el rey con verdadera rudeza

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—Tu nombre —exige el rey con verdadera rudeza.

—Elizabeth —respondo en un susurro ahogado. El miedo empieza a atenazar mis extremidades, hasta el punto de ni siquiera poder reaccionar cuando, con la punta de su afilada uña, recorre mi brazo, bajando desde el hombro.

Aunque no sienta el tacto directo de su gélida piel, el gesto es suficiente para llenarme de repulsión y miedo.

—¿De dónde vienes? —insiste, curioso. Aunque no puedo ver su rostro, intuyo por su tono lo mucho que disfruta de la tortura que está infligiendo.

Prefiero no pensar en lo que pasará a continuación, pues terminaría reaccionando de forma violenta y complicaría aún más las cosas. Debo mantenerme en el presente e ir asumiendo las cosas según vengan. Es lo único que me ayuda a seguir en pie.

—De muy lejos —digo, escueta. Lo último que pretendo es desvelarle a este poderosísimo ser, mis verdaderos orígenes. No solo porque temo por la protección de mi familia, sino porque si menciono a Wyoming, me ligará de inmediato con Sedrik. Debido a la estadía del príncipe allí, el rey es lo suficientemente sagaz como para sospechar que hay algo raro.

—Eres una delicia, y te han traído desde tan lejos, solo para mí —susurra, deleitándose de mi olor.

Pese a que no me atrevo a siquiera echar un vistazo a su rostro de forma directa, el tenerlo tan cerca, me deja intuir ciertos rasgos de su expresión. Posee un cabello largo de color canoso, sin embargo, su textura es como la seda. Distingo facciones duras, una mandíbula marcada, labios finos y esa sonrisa con la que cualquiera se estremecería nada más verla.

Obviamente, es hermoso, pero en su caso, posee un aura que va más allá. Resulta lúgubre, viciado, su sola presencia genera una sensación atroz. De hecho, estoy convencida de que produciría eso en cualquier humano. Es un depredador y exuda dicha descripción por cada poro de su cenicienta piel.

Me encojo inconscientemente, cuando continúa aproximándose, hasta que se agacha un poco, determinado a acceder a mi cuello. Soy consciente, de sus intenciones, de que moriré desangrada por el rey de los vampiros y nadie puede hacer nada para evitarlo.

Ni siquiera yo, pues el temor a enfadarle y que sea aún más brusco, es suficiente para ayudarme a resistir este duro trago. Pienso en mi familia, en Caleb, por mucho que he evitado traerles a colación, es algo inevitable. Solo espero que puedan perdonarme.

Al fin, percibo su frío tacto, rozándome el mentón. Por fortuna, no emite ningún sonido que crispe más mis nervios. Parece que haya transcurrido una eternidad, por lo que imagino, que está a punto de morderme. Imagino sus afilados dientes, su sed insaciable mientras se alimenta de mi vena.

No miro a Sedrik, de hecho, clavo la vista en la nada, hasta que cierro los ojos, deseando desmayarme por el estrés. Fijarme en él mientras el rey me desangra, sería una tortura para ambos. Justo cuando el susodicho me agarra por los brazos para evitar que pelee mientras él hace lo propio, algo se interpone entre nosotros, como una breve corriente de aire.

Anhelo - Criaturas de la noche II.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora