Capítulo 5

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«La vergüenza me embargó, extendiéndose como si rezumara de la médula, y tuve la sensación de que me lo merecía, porque de lo contrario no habría sucedido. Yo sabía que eso no era cierto, pero algo dentro de mí, en la clase de educación que me habían dado, hacía que fuera imposible escapar a esa vergüenza que no paraba de crecer.» — Haven Travis en "El diablo tiene los ojos azules". Lisa Kleypas


Los últimos días de clase fueron un infierno en la tierra, reafirmando la creencia de Fuyumi de que nadie valoraba lo suficiente el trabajo de los maestros y que su salario era un chiste. 

Organizar el evento de clausura, por muy sencillo que este fuera, siempre requería un montón de horas extras, largas noches de desvelo y constantes reuniones en la sala de maestros que ponía a todos de mal humor. 

Incluso Koichi parecía estresado, pero de ningún modo podía compararse a cuánto de ocupada estaba Fuyumi. 

Sabía que a él no le gustaba que le cancelara las citas en su departamento, pero Fuyumi sabía que si se reunían con aquel temperamento volátil, la cosa explotaría de nuevo. 

Así que optó por esforzarse al máximo cada día hasta el evento de clausura, apenas teniendo tiempo para dormir y comer, todo con el fin de darle a sus alumnos una amena despedida y motivarlos con una ceremonia optimista del futuro. 

La mayoría de sus alumnos habían perdido un año debido a la guerra, así que se sentían asustados de dar el siguiente paso y no estar preparados. Fuyumi, que había intentado continuar las clases incluso en los refugios temporales, entendía su miedo y frustración y deseaba guiarlos hacia adelante y darles un empujoncito. 

Para su sorpresa, el día antes de la ceremonia de graduación, su padre le mandó un mensaje pidiendo verse en la agencia. 

Fue completamente inesperado y Fuyumi no estaba segura de querer confrontarlo en la cúspide de la agencia de Endeavor. Se sentía demasiado impersonal.

Sin embargo, le daba curiosidad lo que pudiera decirle. Y mentiría si dijera que no lo extrañaba un montón. 

A mitad de la tarde, durante la hora del almuerzo, Fuyumi se trasladó de su escuela a la agencia. Incluso en aquellas partes de la ciudad podían verse edificios en plena reforma, con diversos equipos de construcción y obreros con permisos temporales para usar sus quirks. 

Aquella ley estaba siendo cada vez más popular, incluso si todavía no completaban las reformas judiciales. 

Hasta ahora, Fuyumi no había intentado usar su quirk. Más allá de las clases básicas que todos los niños recibían en el preescolar para controlar sus habilidades, nunca había entrenado con su hielo. Para bien o para mal, siempre se sintió muy cómoda con la indiferencia que mostraba su padre hacia un quirk que no fuera de fuego. 

Al entrar a la agencia, todavía con la ropa formal que usaba para dar clases, se encontró teniendo que esperar a que la recepcionista terminara una llamada para atenderla. 

Entre tanto, Fuyumi observó a un par de héroes de apoyo saliendo de un ascensor, todos con expresiones cansadas pero satisfechas. 

Por un instante, tuvo la esperanza de ver entre el grupo a Shouto, pero fue decepcionada rápidamente. 

— Disculpa. —La recepcionista le dedicó una sonrisa, echándose un mechón de cabello detrás de la oreja.— Todoroki Fuyumi, ¿verdad? —Ella asintió, recibiendo de la mujer un pequeño gafete rojo con la inscripción de "Visitante".— El jefe está en una reunión en este momento, pero creo que estará saliendo cuando llegues arriba. Si gustas, puedes esperar en su oficina. 

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