capítulo 11

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Los domingos no suelo trabajar, pero cuando me enteré de que Gabby necesitaba manzanas del huerto de Boonchuy para la primera horneada de tartas de la temporada, quise aprovechar la oportunidad de tachar otro punto de la lista.

Sobre todo uno que no implique saltar desde un acantilado. Aunque este tampoco va a ser precisamente fácil.

-cuando era pequeña nunca supe por qué no veníamos a recoger manzanas... pero supongo que ahora ya lo sé- le digo a Luz mientras cogemos una cesta marrón vacía cada una y echamos a andar campo a través hacia el huerto, golpeadas por el sol de la tarde -hazte a la idea, Luz. Después de esto, nos prohibirán la entrada.

No consigo asimilar que mi madre hiciera esto, pero está aquí, en la lista. Con una marca al lado que indica que se atrevió. ¿Estaba ella tan nerviosa como yo lo estoy ahora? Recuerdo el sobre lleno de certificados, la vida que tuvo antes de su verano invencible. Debía de estarlo.

-¿prohibir la entrada? ¿Por una manzana? Vamos a ver, ¡aquí hay miles de manzanas!

Se para a contemplar con admiración las hileras e hileras de manzanos, con los ojos marrones muy abiertos, y no puedo evitar sonreír. Cada par de filas es de una variedad de manzana distinta, tal y como indican los carteles de madera que la identifican.

Luz no había ido nunca a recoger manana y cuando le he mandado un mensaje para ver si le apetecía apuntarse se ha entusiasmado un montón.

Me sabe mal que esta sea su primera, y última, experiencia recogiendo manzanas en el huerto de Boonchuy.

Cómo en verano y en otoño voy bastantes fines de semana ya no me emociona tanto, pero todavía recuerdo lo mucho que me divertí la primera vez, cuando vine con Willow y Gus.

-no es una manzana cualquiera, Luz- le explico mientras la guio hacia la sección de las Honeycrisp.

A Gabby la gusta usarlas como ingrediente para sus tartas porque tienen la textura crujiente y la dulzura exactas

-es una manzana del primer árbol que se plantó aquí, en este huerto. La mitad de los empleados de este sitio se pasan el día montando guardía al lado para que nadie le arranque ninguna manzana.

-¿se quedan ahí plantados sin hacer nada? Me parece que no he elegido bien mi trabajo de verano...- contesta y las dos nos reímos mientras nos seguimos adentrando en el huerto.

Estamos cada vez más rodeadas de árboles y, a medida que avanzamos, las manzanas que cuelgan de sus ramas parecen multiplicarse. Las familias con niños suelen rendirse al llegar a la mitad.

Cuanto más nos acercamos al árbol, más fuerte me late el corazón. Intento mantener la calma y voy mirando atrás para ver cómo Luz inspecciona cada rama con cuidado para encontrar las manzanas perfectas, las que tienen menos golpes y no han sido colonizadas por los gusanos.

Yo soy mucho menos selectiva con las frutas que terminan en mi cesta: todas sabrán igual en las tartas.

Cuando ya casi hemos llegado al claro, el sonido de unas carcajadas se filtra a través de los árboles de la hilera de al lado. Miro por entre las hojas y se me para el corazón, que hasta ahora latía desbocado... Porque lo primero que veo és el pelo subio y alborotado de Jake, que pasa como una exhalación mientras esquiva las manzanas marrones y podridas que le está lanzando Sam.

¿En serio? No es posible que me esté pasando esto.

Me agacho e, intentando mantenerme fuera de su vista, empiezo a retroceder poco a poco, pero me doy de bruces contra...

-¡Matt!- exclamo. Casi se me cae la cesta de manzanas. Carraspeo y me incorporo mientras observo cómo la expresión de su rostro muta de la sorpresa al dolor y luego a una forzada indiferencia, con la mandíbula apretada, tal y cómo yo esperaba.

La Lista de la Suerte  (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora