Capítulo 10

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Título: Tom ¿Tan raro como Josh? Lo dudo.

Pov Rubí

Nuestros pasos retumbaban resonantes en las estrechas y desiertas calles de Brookfield.

Parecían campanadas, ligeramente gigantes por las grandes pisotadas de Stephen, y los quejidos y gruñidos de Laila.

La verdad, su enojo era provocado por la maldita temperatura que no había mejorado absolutamente nada desde que salimos de la biblioteca.

Si bien diciembre era por inercia el mayor representante del invierno, lo que había hoy nos hacía dudar si ésta nevada no era la más fuerte que hubiese habido en nuestro pequeño pueblo. Nada comparaba los cuatro fuertes y resistentes abrigos que tenía puesto, ni las dos bufandas de lana gruesa que mi madre había tejido con prontitud. Porque después de todo ella había supuesto que algo de esta magnitud tocaría algún día en Brookfield.

Stephen se agarra con fuerza excesiva la cazadora de cuero negro, y comienza a rechinar sus dientes en una extraña forma que me da algo de repulsión. Su sonido llegaba a ser tan insoportable, cómo lo lleva a ser unas uñas filosas recorriendo una pizarra.

- D-Debo decir que es demasiado fuerte esta nevada. He c-consultado el telediario y, ¡Por un demonio! ¡-10°C! ¡¿S-saben que es e-eso?! ¡M-maldita sea! Debo parar de tar-tar- tar-tamudiar - gritó sobre nuestras blancas cabezas un Stephen tembloroso.

Habían -10°C y Step tan sólo se empleaba de su fiel cazadora y un frágil Jersey que le había regalado Laila en las Pascuas pasadas. Definitivamente esa manera no era la mejor de sobrevivir.

De repente en mi mente se me cruzó una idea, simple, pero demasiado graciosa. ¿Se imaginan a Stephen en estos shows de Discovery? ¿En un programa de "Supervivencia al desnudo"? ¿Con su cazadora bien simple, y una grabación en vivo en el mismo Brookfield? Eso es algo demadiado gracioso para ser cierto. Y con ese raro pensamiento comienzo a reír disparatadamente, sin ser percibida por mis amigos, que sólo tratan de avanzar en la salvaje ventisca.

- ¡Laila! ¿Qué vamos a ser ahora? ¿Para dónde vamos? - grité con la mayor fuerza que pude. Si bien es posible que el viento fuese más fuerte que mi voz.

- Yo... ¡No lo sé! - me dijo con la mayor sinceridad que pudo y empezó a observar a Stephen para ver si a él se le ocurría alguna idea. En verdad, no sé por qué razón, pero estábamos caminando cómo si fuéramos a quedarnos en casa de Step. Aunque tal vez no sería tan mala idea.

Observo sobre el hombro de mi amigo, para esperar por parte de él alguna sugerencia, cuando siento cómo el hielo, fuerte y horriblemente despiadado, me entra de frente en el ojo derecho. Dejándome desprovista de ese lugar.

¿Por qué existe el invierno? ¿Por qué no podemos disfrutar en diciembre de una buena agua de coco en un gran día soleado? ¿Despejar con una grandiosa jornada en la playa? ¿Y empezar a comernos con la mirada a los chicos que entraban sólo con traje de baño? ¡Tantas cosas buenas trae el verano y se les ocurrió ponernos a Brookfield cómo centro especial para poseer una ventisca! ¡Maldito mundo!

- A mi casa ni se les ocurra ¿Entendido? - empezó a explicar Stephen en un tono de voz muy preocupante. A veces no sabía si temblaba él o era el viento que me hacía una mala idea. Pero ¿Qué esperaba Step? ¿Qué Laila y yo nos congeláramos de frío? Pues estaba muy loco si él pensaba que dormiríamos cómo mendigos.

- ¡Stephen eres un mal... malagra... no puedo creer que... - empezó a decir Laila pero la verdad, sólo pude comprender esas inentendibles palabras. El viento era mucho más potente cada vez que seguíamos caminando en contra de él.

- Me importa ocho cuartos lo que tú piensas. ¿Entendido? Yo no me voy a mi casa - dijo tercamente y con furia, a pesar de estar completamente congelados, su tono de voz se notaba muy firme.

Trío DinámicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora