1. ODIO Y DESEO

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Jimin.

—¡Demonios! — masculle. Cuando desperté está mañana algo dentro de mí me decía que mi día iba a ser de lo peor.

Estaba desde hacía más de veinte minutos atascado en el tráfico, mire el reloj y apoye mi cabeza en el asiento con cansancio. Todo había ido mal desde que el molesto sonido de la alarma me despertó, con fastidio enterré mi cabeza en la almohada y estiré la mano para apagarla, pero no sé silencio sino que el sonido se hizo más fuerte.

Me incliné un poco más lejos para desconectarla y terminé cayendo de la cama; para mí desgracia, el reloj y todo lo demás que estaba en el buró también terminaron en el suelo, incluyendo un vaso con agua.

—¡Mi celular! — sentí pánico cuando sostuve el teléfono goteando en mi mano.

Oficialmente estaba muerto, mi vida entera y el itinerario del señor Jeon estaba en esa cosa. Respiré hondo tratando de tranquilizarme, tal vez al secarse estaría bien pensé.

—Sí claro, como el agua y los dispositivos electrónicos caros van tan bien juntos.

En silencio rece por haber hecho un respaldo, después hice memoria del día anterior y confirme que no lo había guardado ya que mi jefe había estado de un humor particularmente repugnante, y la mayor parte del día se la pasó gritando, abriendo y cerrando de golpe su puerta.

Jeon Jungkook llevaba siendo mi jefe nueve meses, y su descripción se reducía a una sola frase: un imbécil de primera. De verdad que no lo soportaba, era la persona más engreída que jamás había conocido en mi vida y vaya que he tenido contacto con una buena cantidad de personas desagradables, pero este se llevaba el primer lugar, pero tengo que confesar que físicamente es magnífico.

Para cuando llegue a la oficina ya era una hora tarde, por lo general yo habría llamado para avisar, pero mi celular estaba todavía en casa envuelto en servilletas.

—Muy bien señor Park ¿Que hora es en su mundo? —me preguntó en tono sarcástico en cuanto me vio llegar.

Estaba de pie en la entrada de su oficina, se veía estupendo y arrogante como de costumbre. Mide uno punto setenta y nueve aproximadamente, y tiene un cuerpo de dios griego; eso lo sé porque cometí el error de visitar el gimnasio del hotel en el que estuvimos hospedados, para una convención a la que asistimos en el primer mes de que llegó a la empresa.

Ahí lo encontré sudoroso y sin camisa corriendo en la caminadora, cualquier modelo mataría por parecerse a él; aquella imagen se quedó marcada en mi cerebro, pero por supuesto él la arruinó cuando utilizando el tono más sarcástico posible habló.

—Es agradable ver qué finalmente tiene interés en su físico Park.

El imbécil insinuó que estoy gordo.

Volví a mi realidad cuando lo escuché toser falsamente.

—Perdón señor, hubo un accidente, trate de llegar tan pronto como pude, no pasará otra vez se lo prometo —dije en tono cortés, aunque por dentro deseaba arrancarle sus bellos ojos marrón.

—En eso tiene razón, no volverá a suceder o de lo contrario puede darse por despedido —me contestó mientras sonreía de manera altanera que le hizo dar un salto a mi estómago.

Si tan solo mantuviera la boca cerrada, era lo único que le faltaba para ser perfecto. Un pedazo de masking tape en la boca y no me molestaría las fantasías que tengo de nosotros en su escritorio, en el mío, en mi cama…

—Y solo para que no se le olvide este incidente, quiero el documento que deje en su escritorio listo a las seis y repondrá la hora perdida haciendo una presentación en la sala de conferencias conmigo.

เจ้านายแห่งนรก ★Boss of hell ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora