Lee Minho fue atrapado hace cinco años por unos rufianes que buscaban chicos bonitos de los que aprovecharse. Además de eso, Minho resulta ser un Yiga, una especie de humanos muy especiales.
Bang Christopher Chan es un pirata, líder de un barco llam...
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Minho salió como le aconsejó Felix a proa* para respirar un poco de aire limpio. Todo olía a madera mojada, y debía admitir que le encantaba eso. Al cruzar la puerta, observó como la tripulación corría de aquí para allá. Algunos llevaban cajas enormes llenas de provisiones -o eso supuso el rubio- y otros simplemente revisaban si todo estaba en orden. Se quedó embobado viendo a todos moverse hasta que alguien tocó su hombro. Giró su cabeza y se encontró con un hombre, alto y delgado, de cabellos teñidos de rojo suave. Lo miraba como una presa, y eso incomodaba a Minho.
— Uhm...¿necesita algo..? —Preguntó, educado por si era de algún cargo superior—
— Eres el Yiga, ¿no? —Preguntó, apoyándose en la pared de madera, inclinándose—
— A-Ah...si —Asintió inseguro—
— ¿Es cierto lo que dicen? —Sonrió— Eso de que los yiga dan suerte si...ya sabes..
— ¿Huh? —Ese rumor no lo había escuchado—
El hombre se acercó a su oído y, tras soltar una risa, susurró con su voz grave.
— Que dan suerte si los follan —Susurró—
A Minho le pareció muy vulgar esa palabra, además, él nunca había hecho algo así. Al menos no porque él lo quisiera.
— ¿Q-qué dice? —Se alejó un poco, espantado—
— Todo el mundo dice eso —Le agarró las manos— También dicen que tenéis un cuerpo de infarto...
Lo puso contra la pared, con las manos sobre la cabeza agarradas por una de las suyas, mientras la otra bajaba hasta el borde de la camiseta y trataba de levantarla. Al menos hasta que una voz muy demandante lo interrumpió.
— Wonwoo —Era el capitán Bang, y parecía mosqueado— ¿Qué crees que estás haciendo?
— Capitán Bang... —Soltó poco a poco a Minho— Solo estaba dándole la bienvenida al chico bonito..
— ¿Tocándole indebidamente? ¿así le das la bienvenida? —Se cruzó de brazos, apretando sus bíceps y pectorales—
Minho no pudo evitar quedarse embobado con los dotados músculos del hombre. Que maravilla.
— Solo estaba bromeando, ya sabe —Carraspeó— Una broma de novato...
