𝐂 𝐀 𝐏 𝐈 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎 𝐎 𝐍 𝐂 𝐄

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Capítulo once
¿Sirenas?

Después de esa terrible pelea, no volvieron a pasar por más cosas parecidas y cada día estaban más cerca de Corea

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Después de esa terrible pelea, no volvieron a pasar por más cosas parecidas y cada día estaban más cerca de Corea. Minho estaba en proa, apoyado en las barras y mirando a la profundidad del océano fascinado, hasta que sintió una mano en su hombro. Giró lentamente su rostro y se encontró con Bang Chan mirándole fijamente, con expresión tranquila.

— ¿Ocurre algo? —Preguntó el muchacho, con más confianza—

Desde la última vez que hablaron con más seriedad, todo había ido a mejor. Ahora eran más cercanos y estaban relajados el uno con el otro.

— Para nada, rubito —Negó, usando el apodo con el que había bautizado al pequeño— Solo quería avisarte de que vamos a pasar por una cueva, por si te daba miedo...

Minho soltó una carcajada y golpeó el brazo del mayor con confianza.

— No seas idiota —Dijo entre risas—

— ¿Qué? ¿encima que me preocupo por tí? —Fingió estar ofendido— Eres un malagradecido, Minho Volkov Lee...

— No digas mi nombre entero~ —Se quejó el rubio, berrinchudo—

— ¿Por qué? —Bang volvió a reirse—

— Porque puede traerte la maldición de la madre Rusia —Le contó— No querrás eso, ¿no?

— Si es por tí, me arriesgaré —Bromeó, haciendo a Minho dar vueltas sobre su eje mientras se reía—

Ese comentario hizo que el corazón de Minho se sintiera cálido y latiera desenfrenado.

— Chris~ —Se paró, apoyándose en los hombros del mayor— Vuelve al timón, anda...

— ¿Ya quieres dejar de verme? —Hizo un puchero fingido— ¿Ya vas a verte con alguien más?

— ¡Que no! ¡que vayas al timón! —Le empezó a empujar— ¡Venga! ¡que para algo eres el capitán!

Bang Chan bufó pero al final le hizo caso al menor, caminando hasta donde estaba el timón para dirigir en condiciones el barco.

Minho negó con su cabeza riendo y volvió su vista al frente, perezoso. Hacía muy buen día y todo parecía ir en orden de momento. El rubio estaba muy ilusionado, tenía ganas de llegar a Corea y poder pasear por las calles sin tener que cubrir su cabello o huir de rufianes que querían usarlo. Suspiró complacido y apoyó su barbilla en la palma de su manita, simplemente perdiendo la noción del tiempo mirando al horizonte. Pronto, observó como una enorme cueva de piedra se hacía presente. Eso significaba que detrás estaba el lugar de su libertad. Poco a poco la luz fue dando paso a la oscuridad y la humedad.

𝐃𝐞 𝐏𝐢𝐫𝐚𝐭𝐚𝐬 𝐲 𝐎𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐀𝐯𝐞𝐧𝐭𝐮𝐫𝐚𝐬 - 𝐁𝐚𝐧𝐠𝐢𝐧𝐡𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora