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NO SE PLANEA OFENDER O LASTIMAR A NADIE CON EL TEXTO MOSTRADO A CONTINUACIÓN, SOLO CUENTA CON EL FIN DE ENTRETENER. TODO ES FICCIÓN.

Cuitláhuac nunca dejó de resistirse, se movía de un lado a otro, lanzaba golpes y hasta patadas, había tirado a varios soldados desde las escaleras y mandado a volar a otros cuantos. Ninguno de sus intentos resulto en que lo dejaran, si golpeaba a alguno, de pronto salía otro para volver a sujetarlo.

Cuando llegaron al último piso fue arrojado a una de las amplias habitaciones, la puerta de piedra fue posicionada en su sitio y se encontró a si mismo encerrado en el lugar.

Se levantó con cuidado, aún desorientado volteo a ver a su alrededor escaneando el lugar.

Se dió cuenta del resto de presencias que permanecen ahí con el, eran los señores de Texcoco, Tlacopan y Tlatelolco. Cacama se acerco a él en cuanto lo vió.

—¿Se encuentra bien?

Le ayudó a levantarse apoyando su peso en su hombro.

—¿Moctezuma está aquí?—Preguntó, ignorando lo que dijo el otro.

—No, no lo he visto desde que nos trajeron aquí.

—¿Lo viste antes?

—Lo ví subir siendo arrastrado por dos hombres, debe estar por el palacio.

El más joven asintió.

—¿Cuanto tiempo llevan aquí?

—Unas cuantas horas, nos amenazaron y encerraron apenas salió el sol.

Cuitláhuac bajó la mirada y suspiró.

—Calma chilpayate, tu hermano debe estar bien, es el hombre más fuerte que conozco.

Intentó tranquilizarlo mientras acariciaba su espalda pausadamente, de arriba hacía abajo.

—Pero esos hombres son el problema, no sé que son capaces de hacer.

Negó varias veces con la cabeza, la preocupación le revolvía el estomago y el simple pensamiento de que su hermano estaba solo con ese tipo apretujaba su corazón.

—No pienses en lo peor, confía en él.

No lo relajó, pero al menos accedió a recostarse y descansar por el momento.

No sabía cuanto tiempo se supone que puede aguantar una persona confinada antes de deschavetarse por completo, pero seguramente el estaba en el límite

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No sabía cuanto tiempo se supone que puede aguantar una persona confinada antes de deschavetarse por completo, pero seguramente el estaba en el límite.

Llevaba quien sabe cuanto tiempo sin ver a su familia, sin respirar con tranquilidad o comer decentemente. Le dolían las extremidades, le punzaba la cabeza, no podía enfocar la vista, su estomago se revolvía, su garganta ardía como si en cualquier momento fuese a vomitar (aunque hace como tres días que ningún soldado le había llevado alimento) le temblaban las manos y tenía tanto frío que de pronto extraño los días de verano de su juventud, aquellos en los que se le obligaba a ejercitarse bajo los potentes rayos del sol en el patio del Calmecac.

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⏰ Última actualización: Feb 04 ⏰

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