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Hernán salía de la ciudad, emprenderían viaje rumbo a la ciudad de Tenochtitlan.

Últimamente había llevado una serie de conversaciones por medio de cartas con el Tlatoani Moctezuma, el gobernante era tan amable, disfrutaba tanto de leer las cartas que le enviaba y había aprendido algunas palabras en Náhuatl gracias a las largas platicas con el gobernante de Tenochtitlan.

Moctezuma hablaba maravillas de todo lo que lo rodeaba, le hablo de su pueblo, su cultura y su gente, aunque siempre venía el pequeño mensaje que les invitaba a abandonar esas tierras, nunca le hacía caso.

Mientras él le mandaba cartas al rey de España sobre sus exploraciones y descubrimientos.

Habían emprendido varios viajes y consiguieron información, al parecer los mexicas regidos por Moctezuma, tenían en su dominio una gran variedad de ciudades alrededor de su capital y contaban con una gran cantidad de poder, riqueza y prestigió. También tenían enemigos por todos lados, pero los que más destacaban eran los Tlaxcaltecas.

Habían llegado a tierras Tlaxcaltecas, no fueron bien recibidos.

Los habitantes del lugar al verlos comenzaron a atacarlos.

-Joder, esto no estaba planeado- Hernán y Jerónimo se escondían detrás de un montículo de tierra.

-¿Qué esperabas?- El otro hombre le cuestionó nervioso- ¿Abrazos y flores?- Habló sarcástico.

-Tal vez- Respondió de igual forma.

Se armó una gran batalla entre ambos bandos, Hernán se alejo un poco, se estaban quedando sin armamento y los indígenas parecían avanzar, esto estaba resultando más difícil de lo que esperaba.

-¿Quienes son esos?- le pregunto un Tlaxcalteca a otro

-No se, pero todos los están atacando así que tú hazlo también- respondió.

-Ellos vienen con Totonacas- Les informó otro.

-Oh- Dieron un asentimiento ambos hombres.

Así fue como se aproximaron más hombres a la batalla, este escenario se repitió dos veces más, hasta que el tercer día de batalla una persona paso por en medio de todos y soltó un grito.

-¡DETENGAN ESTO!- Xicoténcatl, jefe de Tizatlán, alzó la voz para detener la batalla.

Los Tlaxcaltecas bajaron sus armas ante la presencia del principe.

-Yo quiero escuchar lo que tienen que decir- Habló observando interesado a Hernán, quien se encontraba justo frente a él.

-Hola- Dijo incómodo el español.

-Me gustaría escucharte- Xicoténcatl le miraba con una sonrisa.
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-¿Ustedes pueden hacer que Moctezuma baje la guardia?- El príncipe preguntó con interés, no confiaba del todo en esas personas.

-Nosotros podemos ser recibidos por él- Habló Pedro de Alvarado, uno de los sub-capitanes.

-¿Cómo?

-Nuestro capitán tiene contacto con él y parece dispuesto a acercarse a nosotros- Alonso de Ávila, otro sub-capitán.

Hernán asintió ante las palabras de sus acompañantes- Le aseguró que podemos entrar a la ciudad, les beneficiará a vosotros, ¿No?

-Supongo que sí, nosotros vivimos bajo el dominio del imperio de Moctezuma- Dijo enfadado.

-Solo necesitamos ayuda con nuestros movimientos.

Xicoténcatl los miro, sabía que algo así les ayudaría a prosperar, pero pondrían a los mexicas en bandeja de plata...

-Acepto.

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