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Nadie cae con estilo cuando recibe un empujón. Años atrás, cuando Jungkook tenía apenas 12 años como en su primer día de clases en el colegio el que acababa de cambiarse, recibió el empujón de un compañero y cayó a la piscina. Era la broma obligatoria de bienvenida para los nuevos. Cuando sacó la cabeza del agua vio a un montón de desconocidos riéndose de el. Los segundos iniciales fueron patéticos.: los manotazos de ahogado, el agua y la nariz, el pelo en la cara y ese gesto de atontado que no entiendo lo que está ocurriendo. Fue el profesor, también entre carcajadas, quién le extendió una mano para que saliera.

Cuando llegó a casa, su madre le recibió sonriente y con la pregunta habitual:
-¿Me cuentas tu día con tres palabras?
Y, sin pensar, Jungkook respondió:
-¡Odio el colegio!

Al rato le confesó lo sucedido. Tenía los zapatos arruinados y la ropa húmeda. Las lágrimas de rabia le resbalaban por las mejillas mientras relataba cómo se habían burlando de él.

Suni, en lugar de consolar a su hijo por el mal rato, se agachó y ordenó:
-Quiero que mañana mismo te inscribas en las clases extracurriculares de natación.
-¡No quiero!
-Lo harás, Jungkook. La próxima vez que caigas al agua que solo se te arruinen los zapatos... No el orgullo. Y que las únicas manos que te saquen de ahí, sean las tuyas, ¿de acuerdo?

Un mes después de que el suceso son partió para España sin boleto de regreso, y Jungkook volvió a sentir que se quedaba sin aire.

Desde pequeña sabía acostumbrado a hacer maletas. Vivió hasta los 4 años en la casa de los abuelos, luego se mudó al departamento que su madre y dos amigas compartían en el centro de la ciudad. Y el siguiente destino fue al departamento de dos dormitorios que su madre logró comprar con sus hipoteca en la calle Mandeok-dong. Fue entonces cuando vino el desastre y la maleta final para ambos. La empresa en la que ella trabajaba amaneció un día cerrada sin ninguna explicación, el dueño había sacado del banco todo lo que quedaba en su última inversión de peso fue un candado metálico con con el cerro las puertas.

Jungkook tenía 12 años cuando hicieron las maletas juntos por última vez. Solo que en esa oportunidad los rumbos serían distintos. Suni, su madre no encontró más opcióned y decidió irse del país, probar suerte lejos, reventarse el alma en un lugar donde la vergüenza del fracaso tuviera testigos anónimos.

Él se quedaría en la casa de Dae, la única tía, y su madre volaría a Madrid. El plazo para el reencuentro lo marcaba el dinero: cuando hubiera suficiente se reunirían de nuevo.

-Ya eres un hombrecito -le dijo su madre el día de la despedida, con esas palabras que sonaban a trampa, a no se te ocurra llorar, a no hagamos una cena por porque entonces nos quebraremos los dos-. Eres fuerte y sé que entiendes que debo irme porque esto será lo mejor para ambos.

Jungkook tenía los ojos enlagunados, pero había prometido que no lloraría.
-Prométeme que regresarás, ma.
-Te lo prometo.

Alba era una fiel militante de la alegría con que a sus 29 años le había caído encima varios aguaceros, ella siempre decía que la sonrisas era un buen salvavidas, que la ilusión era un motor más fuerte que el de un coche espacial. No importaba cuán complicadas se pusieran las cosas; ella se sacudía, volteaba a ver a su hijo, sonreía y le decía: "No es tan grave vas a ver que salimos de esta".

Pero aquel día, cuando se despedían, él se dio cuenta de que por primera vez su madre estaba fingiendo la sonrisa, los labios y la barbilla le temblaban, y la mirada era como una nube gris a punto de desplomarse.
- Anda, y regálame un beso y una sonrisa que dijo Suni.

Y Jungkook tuvo que fingir también. Se mordió el labio inferior. Se dejó abrazar, se dejó besar, y luego vio el taxi partir.
No lloró, ahí no punto era un hombrecito.

Esa misma tarde, con un nudo en la garganta, se lanzó al agua en la clase de natación, y durante 10 minutos nadó con todas sus fuerzas, con todo su dolor. Cuando salió de la piscina un compañero le dijo: "Tienes los ojos rojos". Y Jungkook mintió: "Es por el cloro".

El agua dejó de ser la razón de sus miedos y se convirtió en su desafío permanente para reaccionar cuando perdía el piso. A veces exigía a sí mismo cruzar la piscina sin sacar la cabeza para tomar el aire, llevaba sus pulmones al límite solo para demostrarse cuánto era capaz de resistir. Otras veces lloraba en el agua, como cuando se lloraba debajo de la ducha y sus lágrimas escaparan sin que nadie pudiera descubrir su fragilidad.





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Hasta aquí el capítulo de hoy.
Quiero que me dejen sus tres palabras de día los míos son
Sueño, madrugar y cansancio

Los amo nos vemos luego ✨❤️

La lluvia sabe por qué  [Kookmin] [Adap]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora