Un día, cuando Jimin era niño, encontró en la puerta de la casa de la abuela a un perro callejero. No tenía muy buena pinta, estaba sucio, flaco y con algunas marcas de heridas de posibles peleas, pero además en su pelo había una sobrepoblación de pulgas y otros insectos que, de seguro, aún no habían sido descubiertos por los científicos contemporáneos.
No era demasiado grande y tenía ese gesto amistoso de los perros que no tienen nada que perder. Al ver a Jimin movió la cola, entornó los ojos para parecer más simpático y ladró como quien saluda a un viejo amigo, y con eso se aseguró de que Jimin cayera rendido a sus patas.
En media hora estaba bañado y tenía la barriga llena de leche y pan dulce. Además se había ganado una cinta como collar y un nombre: Bam.
La negociación con la abuela fue bastante rápida: Jimin solo tuvo que prometer que cada mañana, antes de ir al colegio, limpiaría todas las desgracias que Bam depositara en el jardín, y los sábados se encargaría de pasearlo y de jugar con él. Además, la abuela la obligó a firmar (aunque Jimin todavía no había aprendido a escribir) un documento en el que el nieto se hacía responsable de todos los hijos, deseados o no, que Bam tuviera, por si los vecinos hacían algún reclamo.
-Me vas a perdonar, pequeño -le dijo la abuela-, pero a mi edad, y luego de dos maridos, sé reconocer de una mirada a los donjuanes que van por ahí de conquistadores, y Bam es uno de ellos. El pacto quedó sellado, la abuela sonrió, Jimin sonrió y Bam ladró contento.
Pero dos días después el perro desapareció. La única forma de que hubiera escapado era saltando la barda del jardín. Las posibilidades de que alguien se lo hubiera robado eran nulas: ¿quién habría querido llevarse a un perro que aún tenía el aspecto de un vagabundo?
Jimin y la abuela lo buscaron toda la tarde y no lo encontraron. Un vecino dijo que lo había visto caminando rumbo al parque. Otro dijo que le había parecido ver a un perro en la avenida principal. Pero lo cierto es que nunca apareció
-¿Por qué se fue? -preguntó entre lágrimas Jimin esa noche-. Aquí tenía todo lo que necesitaba.
La abuela le acarició la cabeza y le contestó:
-Quizá se fue porque aunque tú y yo le hemos caído muy bien, y la leche con pan dulce le ha parecido buenísima... a Bam le gusta más la libertad.
-La libertad no puede ser más bonita que tu casa, abuela.La abuela suspiró y agregó:
-La libertad, Jimin , es más bonita que todas las casas, porque no tiene bardas.
En esa ocasión, sin entender totalmente el significado de las palabras, Jimin pensó que algún día haría lo mismo que Bam: daría un salto y se iría a descubrir qué rayos es la libertad.➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳❥➳
Era cerca del mediodía cuando escapó del colegio. Corrió con todas sus fuerzas y no tuvo tiempo para pensar en el miedo. Se subió al primer autobús que se cruzó por su camino y durante horas estuvo dando vueltas por la ciudad.
Algo había terminado para siempre luego del incidente de la fotografía. Algo se había roto en su alma Era como si en lugar de la tecla Enviar, alguien hubiera presionado la tecla Borrar... Jimin ya no existía. O si existía, pero de una forma distorsionada y oscura.
Tenía 16 años, pero de pronto sintió que tenía 100.
Era un anciano cansado y adolorido.Tenía 16 años y sentía que acababa de llegar al mundo; era un recién nacido asustado , cegado por la luz, que no comprendía nada.
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La lluvia sabe por qué [Kookmin] [Adap]
FanfictionDurante una inocente reunión. Jimin se convirtió en el blanco de una broma pesada: sus amigos lo fotografiaron con el celular mientras el se cambiaba de ropa y alguien alguien presiona entre risas la tecla ENVIAR. La imagen carre como pólvora y el e...