Cap.8 ·Valentina·

36 1 0
                                    

Ya en casa, soltó la mochila en el suelo y se echó a la cama como si de una torre derrumbándose se tratase.
Permaneció ahí unos minutos mirando al techo pensando en sus cosas hasta que escuchó el sonido de unas llaves que la pilló desprevenida y se levantó de la cama de un salto.

-¡Hola! ¡Ya estoy en casa!

Era una voz masculina, con acento británico la cual Valentina reconoció al instante.

Valentina se encaminó hasta el recibidor de la casa por donde, hacía unos segundos, pasó su padrastro Ted, un hombre alto, rubio, con ojos azules y parecía mas joven que su edad de cuarenta y cinco años. Se casó con su madre hace un año y medio y se les veía muy felices juntos. No lo odiaba, no como en esas películas americanas que tanto le gustaban a su hermana menor, esas donde la madrastra o el padrastro se portaban fatal con los hijos de sus parejas, no. No le caía mal pero tampoco lo reconocía como un padre.

El padre de Valentina, Fabián Guzmán, abandonó la casa donde vivía con su mujer y sus hijas tras divorciarse de la madre de Valentina y sin luchar por la custodia de sus hijas.

A él tampoco lo admiraba demasiado.

-Hola Ted - le saludó y viendo que estaba colocando la compra decidió ayudarle-. ¿Y mamá?

-Está aparcando, nos hemos dividido así para ganar tiempo y cenar temprano, yo coloco la compra y ella aparca el coche.

Hubo un silencio incómodo pero cada uno estaba entretenido sacando futa, zumos, cereales y más cosas que algunas ni sabían si las iban a utilizar o caerían en el olvido y caducarían en algún rincón de la cocina.

-Un momento...¿has dicho cenar? -recordó Valentina mientras sacaba un par de cebollas de la bolsa de la frutería.

-Si, ¿Por qué? -arqueó una ceja.

Valentina miró el reloj de la pared y confirmó que todavía eran las 15:50pm. Ted miró atento a donde ella había clavado sus ojos, acto seguido se llevó las manos a la cabeza echándose su rubia melena hacía atrás abriendo mucho los ojos.

-Shit...

Entonces apareció Estrella (su madre) en la cocina observando perpleja el escenario que en ese momento parecía el plató de una comedia de risa al ver a su hija con dos cebollas en una mano mirando fijamente el reloj y a su marido estirándose el pelo con una cara indescriptible le hizo mucha gracia y estalló en una carcajada.

-¿De que te ríes?

-De la situación, -suavizó su risa- ¿vosotros os habéis visto las caras?

Valentina dejó las cebollas en un plato y fue a elegir la ropa que llevaría para ir a casa de Alexis. Pensó en darse una ducha rápida pues aún era capaz de oler el capuccino en su ropa interior, aunque ya no era tan notoria la mancha del café.

-¿Has quedado? -preguntó su madre que acababa de llegar a la puerta de la habitación de su hija.

-Sí, en casa de Alexis -cerró el armario y se giró a ver a su madre-. ¿No te lo conté?

-No. Acabo de llegar y eso supongo que lo habréis organizado de camino al instituto, ¿Me equivoco?

-Pues no, -estaba sorprendida por lo observadora que era su madre cuando le apetecía- ¿Cómo lo sabes?

-No es la primera vez que planeáis estás cosas de esa manera. Una se acostumbra.

-Me voy a dar una ducha -Estrella se apartó de la puerta para que su hija saliera de la habitación-. Salgo dentro de 20 minutos.

Justo iba a cerrar la puerta del baño pero Estrella puso el pie para que ella no llevara a cabo lo que acaba de comentar. Estaba claro que esa ducha rápida no iba a ser tan rápida como su nombre indica o como Valentina pensaba.

-Quiero hablar contigo, no me cierres la puerta -clavó la vista directamente a los ojos de su hija que la miraba confusa.

-¿Qué pasa?

-Ya son varias veces que no me avisas cuando vas a salir y quiero estar informada de con quien sale mi hija y donde quedas con quien sea...

Mientras su madre hablaba Valentina emitió un resoplido muy sonoro poniendo los ojos en blanco, echando la cabeza hacia atrás, sin escuchar lo que la mujer decía gesticulando mucho con las manos. Ya estaba cansada de ese tema.

-En conclusión, solo quiero saber que estés bien -fue lo primero que escucho Valentina cuando volvió a prestarle atención.

-Estoy bien mamá, ya no tengo 12 años, sé apañármelas sola, no te preocupes.

Estrella no parecía convencida tras la respuesta de su hija. Pensaba que salía demasiado. Estaba a punto de decirle que hoy no saliera y que se quedase estudiando pero escucharon que alguien gritó una palabra malsonante en otro idioma. Parecía provenir de la cocina donde la única persona de la casa que se encontraba allí era Ted.

-Voy a ver que le ha pasado, luego hablamos.

La chica hizo un rodeo con los ojos imaginándose la charlita que tendría con su madre en la cena.

Prefirió no pensar en eso y centrarse en llegar a tiempo a casa de su amigo pues su madre ya le había robado 12 minutos de los 20 que ella había supuesto. Se dio prisa en ducharse y cuando terminó de vestirse vio que no había nadie en casa, solo una nota en la nevera...


Si por mi fuera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora