La Bully de la Oficina

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Esa mujer me aterraba. ¿Qué me aterraba de su ser? Todo de ella; sus pasos, su caminar, su mirada tan intimidante.... Ella era, básicamente, la típica bravucona que uno se encontraría en la secundaria, pero esta vez en la oficina donde yo trabajaba.

Día tras día (siempre y cuando tuviera trabajo) la chica no dudaba en hacerme la vida imposible de cualquier modo con sus bromas pesadas, sus palabras malhirientes y los constantes daños físicos que me causaba. Le temía hasta el punto de no querer denunciarla por sus actos.

Sin embargo, un día de estos donde me encontraba en mi escritorio, ella se me acercó.

Desde que me percaté de su silueta al lado mío me sobresalté un poco y la vi mirándome desde arriba con esa expresión eternamente seria.

- ¿Tienes un momento? –preguntó Clarise

Me tomé unos segundos para responder sin tartamudear.

- ¿Para qué?

- ¿Es necesario que lo sepas? Acompáñame un momento al almacén

Y se dio la vuelta, pero antes de irse me dijo algo más.

- Y no me hagas volver a repetirlo, baboso

Suspiré tras eso, mientras sentía cómo una pequeña (pero no absoluta) sensación de paz llegaba a mi interior.

Al levantarme de mi silla y dirigirme al almacén (un lugar poco visitado del edificio) vi a la bully recostada de la puerta del mismo, esperando mi llegada.

- Así que al fin llegaste –comentaba ella, viéndome a los ojos-. Ahora quiero que demuestres ser útil; entra allí y ayúdame a buscar algo

De mala gana accedí.

Cuando puse un pie dentro del almacén estaba completamente oscuro. Llevé mi mano hacía los interruptores de luz, pero únicamente sirvió una luz al fondo del lugar. Supuse que no sería problema, dado que no había oído a Clarise quejándose.

- Ve al fondo –ordenó ella-. Registra abajo de aquella mesa

Me dirigí hacía aquel lugar y empecé a hacer lo mismo que ella me había dicho. Básicamente no tenía ni idea de lo que buscaba, pero eso poco importó porque después sentí algo extraño.

Sentí unas manos agarrarme las caderas. Como era lógico volteé rápidamente y lo único que obtuve en aquel entonces fue la mirada aterradora de mi compañera, junto con su mano en mi boca, impidiéndome hacer algún sonido.

- Cállate, Alvin.... Si me delatas te corto las bolas. ¿Oíste?

No tuve más remedio que asentir con la cabeza.

- Te traje aquí porque... quiero decirte algo, pero no será ahora mismo. Antes quiero... hacer una cosita contigo

Mientras lo único que yo podía hacer era observar, Clarise extendió la mano hacía algún sitio desconocido para mí y, tras inspeccionarme por unos segundos, me soltó la boca, pero rápidamente me amarró una banda alrededor de mi rostro con tal de enmudecerme.

No sería lo único que ella haría, puesto que tomó mis manos y también las amarró.... En ese momento me resultaba imposible pensar si algo bueno saldría de todo esto.

Clarise volvió a mirarme, pero esta vez con una notable satisfacción. Dejó escapar la primera sonrisa genuina suya en mucho tiempo, desvelando lo mucho que la situación actual, al parecer, llenaba sus expectativas.

Sin embargo, lejos de cualquier cosa imaginable, la bravucona se alejó unos centímetros de mí y comenzó a desabrocharse su camisa hasta dejar visible su sostén (procediendo a desabrocharlo después).

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