Placer Indecente

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Él me sujetó fuertemente los brazos, poniéndome de espaldas contra la pared. Asustada quedaba conforme me veía seriamente, pero (era innegable) causaba una gran ansía en mi ser. Ansía de tener más de él.

A continuación, Antonio me sujetó ligeramente la barbilla; procuraba no apretar demasiado. Yo, por otro lado, sonreía un poco por esto.

- ¿Volverás a hacerlo? –preguntó él

- Podría.... Tú sabes por qué motivo

- ¿Significa que lo tenías premeditado?

- No. Fue un error, pero, dadas las circunstancias actuales, podría ser el mejor error que haya cometido

- ¿Y nunca pensaste lo que vendría después? ¿Acaso consideraste disculparte tras ello?

- ¿Para qué? Tú sabes que una falta amerita un... castigo y ¿quién mejor que tú para eso?

Respiró hondamente.

- Tu cerebro está tan podrido...

- Como si el tuyo estuviera sano

- Pero si es lo que quieres.... No podré negarme a hacerlo, Sofía

No tengo que decir que la alegría se cultivó en mi interior al oír semejante afirmación. Conforme Antonio continuaba viéndome (con esa seria mirada), apretaba más y más mi barbilla. El ardor provocado no era suficiente para estremecerme, hasta que descendió hacía mi cuello y... ahí lo apretó.

Podía respirar de manera pesada, pero la dolencia me obligaba a bajarme haciendo que su estatura pareciera más alta de lo normal. Casi me ponía de rodillas. Sin que me diera cuenta, soltó mi cuello y levantó mi cuerpo de un jalón.

Me agarró, me subió a sus hombros y dispuso a llevarme hacía el sofá. Habiéndome tirado al mismo, bajó mi pantalón, dejando ver mis bragas, las cuales bajaría casi inmediatamente casi al mismo tiempo que la acción previa.

Anhelaba lo siguiente que haría. Tenía la vista detrás, observándolo conforme la expectación me ¨carcomía¨ viva.

- Veremos sin con esto aprendes

Sin siquiera sonreír o cambiar su expresión facial, me dio la primera nalgada. Tapé mi boca con el propósito de que mis sonidos no retumbaran.

Después me dio la segunda, luego la tercera y así hasta la séptima. Mis piernas se mantenían temblando por el dolor (tan gustoso) que cada fibra de mi cuerpo experimentaba con la más grotesca sensibilidad. Tan sólo el aliento de Antonio en mis nalgas era suficiente para ¨entumecerme¨.

- ¿Qué esperas? –le pregunté sonriéndole- ¿Se te cansó la mano tan rápido?

- ¿Tanto quieres esto?

- Tú sabes que sí, Sr. Mandón

Guardó silencio por unos segundos.

- Sólo una asquerosa degenerada como tú disfruta esto

- Sí.... Seré una degenerada, pero...

- Eres mí degenerada

- ¿Eso me consideras? Adoro cuando me lo dices así a lo posesivo

- Pero también te gusta cuando algo físico te recuerda que eres mía

- Sí. Como lo que estabas haciendo hace unos minutos

Calló por ello. Antonio no era muy dado a las palabras, pero no importaba tanto. Cuando desconocía que decir, el contacto físico hablaba por él.

Volvió a nalguearme; el tiempo pasaba a su ritmo y el goce permanecía inalterable conforme el presente se desvanecía hasta convertirse en pasado. Las acciones que realizaba hacían que mis lágrimas salieran de la emoción.

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