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Narrador omnisciente:
En un reino lejano, al este de las tierras de nuestros héroes se encontraba el antiguo reino de Braiven, en donde gobernaba el rey August Boranvo.
El rey, ya viudo y mayor, había decidido desposar a su hija mayor, Mavis Boranvo, princesa del reino. Pero ni la joven chica ni su hermano menor, Benjamin, estaban de acuerdo con este matrimonio.
El pretendiente de Mavis, era un caballero que había servido siempre a su padre, fiel seguidor de sus ideales y sus opiniones, de las cuales Mavis estaba en contra.
Un dia, el rey decidió hacer la fiesta más grande jamás celebrada para la propuesta de mano de su hija. Todos los reinos y habitantes de Narnia habían sido invitados, Ela y Caspian incluidos, pero no pudieron asistir pues tenían que partir en un viaje en barco muy importante.
A la fiesta asistieron muchas personas, y el rey, el anfitrión, recibió a cada una de ellas con una sonrisa maligna en su cara. Se celebró un gran banquete pre-nupcial y una fiesta de baile gigantesca.
- Debes estar muy feliz de casarte con uno de mis más fieles servidores, cariño.- Le dijo el rey. - Él no me hace feliz, yo no quiero esto.- Respondió la princesa. - Es por el reino, compórtate como debes y se una buena líder.- Forzó el rey.
Mavis resopló, quería ser una buena líder y servir a su querido pueblo, pero no con él.
- Hola preciosa.- Habló una voz, Alexander, el caballero que la iba a desposar entró. - Pudrete.- Bufó ella, se giró y se despidió a su habitación.
Pudo escuchar los gritos de su padre desde los pasillos del castillo, y al tonto caballero haciéndose paso entre la gente para buscarla y hacerse el héroe delante de todos, una vez más. Mavis no era feliz con él, era el típico caballero de armadura brillante y corcel blanco que enamoraba a todas las chicas del pueblo, rubio de ojos azules y de personalidad vacía, superficial, poco racional y demasiado hablador para ella, que era todo lo contrario.
Después de caminar por largos pasillos, finalmente alcanzó su habitación, y se encerró en ella. Se sentó en su cama y se hizo bolita, como solía hacer cuando se enfadaba con su padre, y repentinamente empezó a llorar, sus lágrimas caían por su vestido rosa extravagante y se secaba las lágrimas mientras intentaba sacarse los tacones que tanto odiaba. Al momento escucho la puerta abrirse, se encogió más, era Benjamin, su hermano menor y su mejor amigo. Él se acerco a ella y simplemente la rodeó con sus brazos, pronunciando la siguientes palabras;
- ¿Qué pasó hoy?- - La fiesta de mi pedida de mano, es horrible Ben, no quiero casarme con él. Quiero ser libre.- Se lamentó ella. - Huye. Yo tomaré tu puesto, quiero que seas feliz.- Sugirió él. - No, no te dejaré sufrir el destino que tampoco quieres.- - Si no te casas no habrán más opciones.- Recalcó él. - Huir. Tienes razón Ben.- Exclamó ella saltando de la cama. - Huiremos los dos, ahora, si nos damos prisa quizás lleguemos a algún sitio por la mañana.- - ¡Estás loca, no podemos irnos así, sin ningún sitio a donde ir!- Gritó escandalizado su hermano. - Se nos ocurrirá algo sobre la marcha.- Respondió ella.
