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Uraume llegó y fue una especie de salvador.

De verdad agradecía infinitamente que Sukuna no intentará nada más, solo lo abrazo.

No entendió por qué no escapó, algún Alfa ya lo había intentado, y el le rompió las costillas, pero con Sukuna no podía, quizás por la fuerza del contrario, que en todo el rato en el que Uraume no llego, jamás soltó el agarre, pero había algo, algo que lo preocupo, en un punto, le pareció realmente cómodo estar así.

Intento no pensar en eso, pero era realmente cómodo, el pecho de Sukuna estába en su espalda y de alguna forma era cálido, sus manos en su cintura, se amoldaron perfectamente, en un toque suave y firme, y sus piernas, más específico sus muslos, eran grandes pero cómodos .

El ahora estaba, tomando nota de todas las plantas que no conocía, intentando no prestar atención.

Era realmente sorprendente, el como había decenas de plantas que no conocía, ya había leído un poco de los libros, leyó sobre hierbas medicinales, venenosas, un poco de su historia, las que son buenas en una comida, y más.

-¿Por cuánto tiempo te quedarás?-.

De nuevo estaba en su espalda, nunca lograba encontrar un rastro de energía que le indicara cuando se acercaba, eso lo ponía muy ansioso.

-Solo por dos días-.

Lo pensó, y al final, no lograría ver la biblioteca de la que tanto presumía y el huerto, de hecho llevaba casi todo el día en este.

Así que convenció a su padre de quedarse.

-Perfecto-.

Sukuna no hablo en los próximos cuarenta minutos, en los que el dibujaba y escribía sobre un pergamino.

-Creo que, ya deberíamos ver la biblioteca...-.

Menciono en el momento en el que sintió que se acercaba más.

Sukuna suspiro y se alejo.

-¿No nesecitas apuntar nada más?-.

-No-.

Sukuna camino hacia la puerta. El solo lo siguió.

Salieron de el templo, y se dirijieron a otro.

De nuevo en silencio, esto lo aprovecho para ver el lugar.

Eran muchos templos, ya ni siquiera podían ser considerados minkas.

Todo parecía ser desierto, pero aún así, sentía bastante energía maldita, pero no veía a casi nadie. Una que otra mucama limpiando y guardias en algunas puertas.

Se sentía bastante nervioso, desde que había entrado, el ambiente se sentía tenso, sus instintos le gritaban que huyera, que ese era un lugar peligroso, su padre le había dicho que tus instintos era lo único en lo que podía confiar.
Pero por otro lado, estos también le indicaban que Sukuna no era peligroso.

Choco con algo.

Al voltear a ver que era, observó la espalda de Sukuna. Y solo en ese momento miro como el contrario era realmente alto, ya lo sabía, pero, esa altura, incluso daba algo de miedo.

-¿Que paso?-.

Mirada del Alfa, estaba únicamente sobre el, y en esta noto una pizca de curiosidad.

-Nada, solo me distraje-.

El contrario levantó la ceja, y se volteo, para abrir las puertas.

Parece ser que Sukuna nunca bromea.

Su biblioteca es la más grande que jamás haya visto, nunca había estado en un lugar tan alto.

Tenía tantos libros que pensó que nunca sería capaz de terminarlos.

Cerezo Sangriento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora