Capítulo 10

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Casa de Alejandro

Diego se encontraba en medio de un torbellino emocional. A pesar de sus esfuerzos por acercarse a María y comprender su dolor, la tensión en el hogar seguía en aumento. Se preguntaba si debía continuar luchando por la estabilidad y el amor de una familia que parecía escaparse de sus manos.

Las noches se volvieron solitarias para Diego. Se sentaba en su habitación, contemplando los eventos recientes y reflexionando sobre su propia felicidad. Anhelaba tener una relación armoniosa con María y Alejandro, pero la constante confrontación y falta de comunicación estaban socavando su esperanza.

En una ocasión, mientras se encontraba en su cuarto, escuchó voces elevadas provenientes del salón. Bajó las escaleras con cautela y vio a María y Alejandro discutiendo acaloradamente. Sus palabras se enredaban en el aire, llenas de resentimiento y frustración acumulada. Diego intentó intervenir, pero fue ignorado. Se sintió invisible y herido por la situación.

La mañana siguiente, mientras desayunaban en silencio, Diego decidió tomar una decisión importante. No podía seguir viviendo en un ambiente lleno de tensión y tristeza. Anhelaba encontrar su propia felicidad y sentido de pertenencia, incluso si eso significaba alejarse de ese hogar.

Después de terminar su desayuno, Diego buscó a María y Alejandro. Los encontró en el estudio, inmersos en sus respectivos trabajos. Tomó un respiro profundo y habló con determinación

—María, Alejandro, he estado pensando mucho en los últimos días. Me di cuenta de que esta situación no es saludable para ninguno de nosotros. Aprecio el tiempo que hemos compartido juntos, pero siento que es mejor que me vaya.

María y Alejandro lo miraron con sorpresa y consternación. Intentaron persuadirlo para que se quedara, prometiendo cambiar y trabajar en la armonía familiar, pero Diego sabía que necesitaba buscar su propia felicidad

—Lo siento, pero necesito encontrar mi propio camino. Necesito un ambiente donde pueda crecer y ser feliz. Les agradezco por todo lo que han hecho por mí, pero es hora de seguir adelante

Diego respiró profundamente, sintiendo el peso de su decisión sobre sus hombros. Mientras esperaba la respuesta de María y Alejandro, el silencio parecía estirarse en el aire. Sus miradas reflejaban la incredulidad y el dolor de verlo partir.

María rompió el silencio, con la voz entrecortada por la emoción.

—Diego, por favor, no te vayas. Estamos pasando por un momento difícil, pero eso no significa que no te queramos. Eres parte de nuestra familia.

Alejandro asintió en silencio, sus ojos mostraban una mezcla de arrepentimiento y tristeza.

Diego los miró con afecto y compasión, pero estaba decidido en su elección.

—Comprendo que están atravesando un momento complicado, pero también necesito cuidar de mi propia felicidad. No puedo quedarme en un lugar donde me siento invisible y herido. Les agradezco de todo corazón por todo lo que han hecho por mí, pero es hora de que busque mi propio camino.

María se acercó a Diego y lo abrazó con fuerza, las lágrimas brotando de sus ojos.

—Lo siento, Diego. No queríamos hacerte sentir así. Te hemos fallado como familia, pero te aseguro que haremos todo lo posible para cambiar y sanar nuestras heridas. Por favor, dame la oportunidad de enmendar nuestros errores.

Diego se conmovió por el abrazo de María y las lágrimas que brotaban de sus ojos. Sabía que su partida afectaba a ambos, pero también comprendía la importancia de cuidar de sí mismo, aunque este solo sea un niño.

Aunque la decisión de alejarse de su familia era dolorosa, estaba convencido de que era necesario para su propia sanidad y felicidad.

Con los ojos vidriosos, Diego tomó un momento para mirar a María y Alejandro, quienes lo observaban con una mezcla de tristeza y comprensión. Quería que supieran que su partida no era un acto de desamor, sino una medida para proteger su bienestar emocional

—María, Alejandro, quiero que sepan que los quiero y valoro profundamente. Esta decisión no significa que no me importen, sino que necesito encontrar un entorno donde pueda crecer y ser feliz. Me duele verlos sufrir, pero también me duele quedarme en una situación que me hace sentir invisible y herido

Las lágrimas seguían fluyendo por el rostro de María, mientras Alejandro asentía con tristeza. Ambos entendían que habían fallado como padres y que el bienestar de Diego era primordial.

María se acercó una vez más a Diego y lo abrazó con fuerza, mientras luchaba por contener su voz quebrada por la emoción.

—Diego, lamento mucho haberte causado tanto dolor. No quiero que te vayas, pero entiendo que necesitas encontrar tu propio camino. Prometo que trabajaremos en nosotros mismos y en nuestra relación para mejorar. Siempre serás parte de nuestra familia, y aunque estés lejos, te amaremos incondicionalmente

Alejandro se unió al abrazo, expresando su arrepentimiento y aceptación de la situación.

—Diego, eres un niño valiente y sabio más allá de tus años. Lamentamos no haber construido un hogar más saludable para ti. Aunque te extrañaremos, te apoyamos en tu búsqueda de felicidad y te prometemos que haremos todo lo posible para cambiar y ser mejores padres

Diego se aferró al abrazo de su familia, sintiendo la mezcla de amor y tristeza en ese momento. Les agradeció por su comprensión y promesas de cambio, pero sabía que necesitaba seguir adelante y descubrir su propio camino.

Con paso firme, Diego se separó del abrazo y tomó su maleta, lista para emprender su viaje hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Miró a su familia por última vez, tratando de memorizar sus rostros y sentimientos en ese instante.

—Los amo a ambos, y siempre llevaré un pedazo de ustedes en mi corazón. Espero que en el tiempo que esté lejos, podamos sanar nuestras heridas y construir una relación más saludable. Gracias por todo lo que han hecho por mí

Sin más palabras, Diego caminó hacia la puerta, sintiendo un torbellino de emociones en su interior. Mientras cerraba la puerta detrás de él, una mezcla de tristeza y esperanza llenó su corazón. Sabía que estaba tomando la decisión correcta al buscar su propia felicidad y cuidado emocional, pero también estaba consciente de que extrañaría a su familia.

Con paso decidido, Diego se alejó de su hogar, listo para enfrentar los desafíos y descubrir quién era en realidad. Aunque el camino sería difícil, se aferraba a la esperanza de un futuro mejor, tanto para él como para su familia.

[...]

Diego caminaba por las calles, perdido en sus pensamientos, cuando de repente se encontró con un grupo de niños que le había hecho bullying en el pasado. A pesar de haberse alejado de su hogar en busca de una nueva vida, la crueldad parecía seguirlo a dondequiera que fuera.

Los niños se acercaron a Diego con una sonrisa burlona en sus rostros. Comenzaron a insultarlo y empujarlo, recordándole los momentos difíciles que había vivido a su lado. Diego se sentía indefenso y herido, pero algo en su interior le hizo recordar la fortaleza que había desarrollado a lo largo de su viaje.

Con determinación en sus ojos, Diego decidió que no dejaría que el bullying lo derrotará nuevamente. Con valentía, se levantó y miró a los niños directamente a los ojos, desafiandolos.

—Ya no soy el mismo niño al que solían intimidar. He crecido y he aprendido a valorarme. No permitiré que su crueldad me afecte más.

Los niños se quedaron perplejos por la respuesta de Diego, sin saber cómo reaccionar ante su valentía. Sus insultos se convirtieron en silencio incómodo, y poco a poco se alejaron, dejando a Diego solo en medio de la calle.

BENJAMIN: LA HISTORIA DE LA MALDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora