Prólogo

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—Remus, amigo, varitas fuera —dijo hacia su amigo.

Estaban adentrándose en las profundidades de un bosque en España, se encontraban en una misión. La tarea consistía en encontrar a un hipogrifo herido, se separó de su familia en el momento de migrar y era de vital importancia que siguiese su camino, un muggle podría encontrarlo, ya que era una reserva natural y se suponía que era segura en cierta parte. Si alguien se lo encontrara quedaría en shock... o peor. Algo se movió entre los árboles. De repente escucharon un balbuceo, sin sentido alguno.

Ahí estaba, impoluta, con sus diminutos puños cerrados, sus grandes ojos azules abiertos y expectantes. No sabía qué sucedía. Al verla ambos se miraron, extrañados, ya que estaban rodeados de oscuridad y sonidos procedentes de criaturas no muy amigables. No creían lo que estaban viendo.

—Sirius, ¿qué hace una bebe en medio de la nada? —preguntó Remus a su amigo.

—Eso me gustaría saber —respondió—. Estoy tan sorprendido como tú —dijo mientras se acercaba cautelosamente hacia donde estaba la bebe, envuelta en sábanas blancas.

Parecía que fuese un imán, atrayéndote a cogerla. Por supuesto que no podían evitar la tentación. Sirius se acercó a ella, agachándose para recogerla tiernamente.

—Sirius, amigo, no sé si es lo correcto dejarla aquí, pero a su vez, tampoco sé si deberías cogerla, quien sabe su procedencia —advirtió Remus.

—No voy a dejarla aquí —y al segundo de cogerla en brazos la bebe sonrió, sin palabras le decía gracias, este gesto sonsaco una sonrisa a Sirius.

Una hoja doblada blanca cayó de la bebe, Sirius la recogió, ya que le llamó la atención, como es normal.

—Arlene —susurró —. Mi querida, Arlene —dijo, estupefacto. La nota dejaba ver claramente el nombre de la inocente niña. Arlene al escucharlo volvió a sonreír moviendo sus manitas ligeramente.

—Espero que sepas que estás haciendo, Sirius —habló Remus.

—Déjame verla más de cerca —le pidió. Nada más acercarse a ella, pudo ver la profundidad de sus ojos azules y la palidez de su piel—Es la niña más bonita que he visto en mi vida —exclamó, y quedó absorto en la calidez e inocencia que desprendía.

—Voy a criarla y educarla como si fuera mi hija, Remus —aseguró Sirius, mirándola como la cogía en brazos—. Y tú serás su tío.

De un momento a otro vieron un movimiento ágil y rápido entre los árboles del bosque. Sacaron sus varitas, pero un destello los dejó anonadados, desapareciendo entre los árboles, impulsándose hacia el cielo.

Ambos al mirarse vieron la duda y preocupación en los ojos del otro. En ese momento, vieron como la luna volvía a aparecer entre los árboles, brillando fuertemente en el oscuro cielo. Cuándo volvieron a ver a la niña pudieron observar como sus manos desprendían un aura brillante y algo fría de color azul, aunque ella era cálida.

—No es muggle, eso está claro —farfulló Remus al verlo.

—Premio —dijo Sirius con una ancha sonrisa. Teniéndola en brazos agarró una flor la cual aún no había florecido y se la puso en su mano. Nada más hacerlo vieron como está florecía, con la niña viéndolo también, balbuceando palabras sin sentido y haciéndolo inconscientemente.

—¿Qué más podrá hacer? —preguntó Sirius, fascinado, dirigiendo la mirada a su amigo.

—No lo sé, pero puede que debas mantenerla escondida del ministerio de magia, si se enteran de est... —susurró en respuesta, sabiendo que no podría detener a su amigo en su decisión de llevarla con él y haciendo sus propias cavilaciones sobre de dónde puede proceder.

Arlene Ivette Black —dijo Sirius orgulloso, interrumpiendolo—, suena bien, ¿verdad? —añadió con entusiasmo, acariciándole el pelo.

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Praying to the moon [Fred Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora