5: Deseo

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Alana se despertó de un sueño en blanco, observó su alrededor, el reloj marcaba las tres de la madrugada. Como le encantaría volver a dormir y soñar con alguna tortura holandesa. Pero sabía que eso no sería posible.

Se levantó de su cama y tembló un poco cuando sus pies tocaron la fría cerámica beige del piso. Caminó hasta su armario y observó su contenido distraídamente hasta que sacó un vestido corto de color lila. Se miró en el espejo y soltó su cabello, dejándolo caer por detrás y enfrente de sus hombros.

Se colocó unos zapatos y una pequeña cadena, al tomar su teléfono salió en silencio de su casa.

"Su alma se libera en el sereno de la noche atrayendo algunas nubes que adornan un cielo sin luna."

Alana subió una pequeña montaña y se sentó en el lugar más cerca del precipicio. La fría brisa erizaba su cuerpo mientras que sus dedos dibujaban figuras indescriptibles en la hierba.

Su mente decidió salir a pasear por la montaña, en recorrer las copas de los árboles y esconderse en las más pequeñas grietas de la roca. Pensó en como moría una persona, en como la luz abandonaba su mirada y en como su corazón dejaba de latir.

Pero algo en ella se puso triste al imaginar como su piel se volvía cada vez más pálida, en olvidarse para siempre del agarre de sus manos, saber cómo sus labios perdían el color y ver cómo el azul de sus ojos se volvía solo una mancha diluida de pintura.

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Su mamá estacionó el auto en frente de su escuela, le dió un beso en la mejilla y se despidió de ella.

Comenzó a caminar por el jardín del lugar. Al entrar la coordinadora le informó que el profesor de su primera materia no iba a venir, regalándoles una inesperada hora libre. Al recibir la noticia caminó hasta el jardín del este, un lugar que por primera vez iba a visitar.

Cruzó las puertas y lo primero que vió fue una fuente con el logo de la escuela esculpido y enredaderas por doquier.

Era bastante amplio el lugar, con varios árboles en los lados y una cerca que dividía el lugar de los edificios del pueblo.

Caminó hasta el primer árbol que vió y se recostó en el tronco. Cerró los ojos un rato tratando de descansar, pero una nueva compañía perturbó su descanso.

-¿Sabes lo bonita que te vez cuando duermes? -se escuchó una voz embelesada.

-¿Sabes lo mucho que me gusta hacer heridas profundas?. Mejor piensa dos veces antes de acercarte a mi en silencio, si no quieres que tu ropa quede del mismo color que tu cabello.

-Vaya. Que miedo. -Nate sonrió y se sentó a su lado.

Nate olía flores. Era un olor suave pero bastante encantador. Eso lo volvía aún más guapo junto con su sonrisa.

-¿Qué haces aquí Nueva?

-Refugiarme del mundo.

-¡Que profundo!. Pero más bien el mundo se refugia de ti. -Nate rozó la mano de Alana, luego la envolvió en la suya y las dejó sobre sus piernas.

Ella las observó detenidamente, la diferencia de tamaño, sus nudillos marcados por la flexión y la forma en que la sostenía queriendo conservarla para siempre. Con cuidado deslizó la suya por debajo. Invirtió la situación sosteniendo está vez la de él.

Los Cinco Pecados de AlanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora