PARTE II

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Contra los pronósticos de aquél aldeano que los había encontrado en la mañana, la limpieza de la playa se extendió hasta cerca de las cinco de la tarde y aún después de todo ese trabajo, no había quedado totalmente limpia.

MinGi no se detuvo a contar cuantas bolsas acumularon con desechos; en cambio, su único pensamiento era regresar a su hogar y descansar sus agarrotados músculos. También comer algo más que caldo de pescado. Si, alguien había tenido la maravillosa idea que el almuerzo fuera justamente de pescado.

Cómo si no hubiera sido suficiente el recoger kilos de ese espécimen muerto y putrefacto de la arena; el olor ya estando profundamente grabado en MinGi.

Definitivamente, después de haber estado toda la mañana recogiendo pescado muerto, no le hizo mucha ilusión el almuerzo. Eso sí, fue hecho con pescado fresco, pero igual seguía sin ser apetitoso. Apenas probó bocado, y después de horas de exhausto trabajo, su estómago lo urgía por algo más sólido – y apetitoso- a esas horas de la tarde.

YunHo tampoco comió mucho, y no lo culpaba. Supuso que debía tener hambre igual que él; a menos que...

- ¿Piensas regresar? – consultó en voz alta cuando lo vio de pie, a la orilla del mar.

Las olas no llegaban a rozar los dedos de sus pies, su mirada estaba fija al horizonte, en ese sol que aún pregonaba unas cuantas horas más de luz antes de ocultarse del todo tras el extenso mar.

- ¿Quieres que me vaya? – cuestionó, volteando su mirada hacia él. Su gesto era risueño, aunque sus ojos no expresaban lo mismo. Se veían inquietos.

Anhelantes.

- No realmente. Pensé que tal vez...podías quedarte un poco más- admitió, su mano revolviendo su cabello en un gesto nervioso.- Noté que no comiste mucho en el almuerzo y bueno...no es que yo sea un cocinero excelente, pero...si quieres, puedes quedarte a cenar. – finalizó sin estar muy seguro que había salido de su boca y mucho menos si YunHo le había entendido.

Que este le sonriera amplio en respuesta, aliviando un poco sus preocupaciones.

- Es mi impresión, o ¿me acabas de invitar a cenar?

- Más que una invitación, es una cena sencilla en mi casa. Aunque si tienes hambre, podemos ir por un helado primero y luego, bueno...

Unos suaves labios sobre los suyos detuvieron su verborrea en un instante.

Incrédulo, MinGi parpadeó atontado. No sabría precisar en qué momento esos labios suaves, rosas y perfectos, se posaron en los suyos, besándolo. Tampoco cuando se apartaron, el gesto siendo delicado, simple y fugaz.

Casi como una maravillosa ensoñación.

O también insolación. ¿Sería una ilusión producto de su cansada imaginación?

Se llevó los dedos a los labios, el cálido tacto aún cosquilleando en ellos. Nop, fue real.

- Acepto el helado y la cena – respondió YunHo cantarín, y con ese mismo entusiasmo tomó la mano del otro, disfrutando ver como los colores se le subían al rostro.

Sin esperar más, tironeó a MinGi para caminar en dirección al pueblo, sin importarle las miradas que se ganaron por parte de los voluntarios - especialmente de los mayores-, por su desfachatado comportamiento. Personalmente, a YunHo le importaba un caracol de mar si estaban de acuerdo con su accionar o no, mucho menos si lo juzgaban por haber besado a MinGi frente sus narices. Lo agradable de ser un nativo del mar, es que los prejuicios no existían.

Eras tan libre de actuar como el amplio océano. Siempre y cuando no dañara a otros seres vivos, podía hacer lo que quisiera.

Nadie te juzgaba.

Mi Inesperado Sirenito [YunGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora