"Destinity wanted it this way
and you don't know how much I hate destiny"
Donde toda la historia gira en torno a Samuel, quien dependiendo de sus decisiones será el karma de un futuro...
Rendirse nunca fue una opción, ni enamorarse tampoco.
Pero tod...
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—¿Hicieron lo que les pedí? —pregunto apenas llego al sótano.
—Si señor —responden mis hombres al unisono.
No digo nada para adentrarme al oscuro pasillo. Cada vez que avanzaba había un olor en el aire que picaba. Era fastidioso y hasta en algún momento parecía ser asqueroso para mi lobo, pero no tenía más opción que llegar.
Tenía que preguntar algo con urgencia.
—Abran la puerta —ordeno con seguridad, y el chico lo cumple. Era joven, pero al ser un eplison se le facilitó entrar en este tipo de trabajos. Todo por dinero fácil.
Fue tan solo abrir aquella jaula de tamaño grande que un fuerte olor inunda todo el lugar, era tan potente que tuve que tenerme de la pared para no caer.
—Señor —dice el muchacho para entregarme una mascarilla, la cual acepto sin pensarlo dos veces.
Maldita sea, ¿Por qué nací omega?
—Buenos días, tardes o noches, hijo de perra.
Era su saludo de siempre, con su típica sonrisa ladina a pesar de haberle arrancado uno de sus colmillos. Ya no era nada sin ellos.
—Necesito que respondas una de mis preguntas, señorita Lewis.
Me mira con repulsión y sus feromonas no hacen nada más que recordarme sus ganas de matarme. Aún así no me podía echar para atrás, tuve que jalar de muchos hilos para tenerla dónde estaba.
—Lo haré si respondes a una de las mías, ¿Entendido?
Suelto un suspiro un poco cansado. Estaba aburrido de decirle que así no funcionaban las cosas.
—El único que hace las preguntas soy yo, ¿Es que no lo entiendes, zorra?
—Hablando de zorras... Tengo una muy guapa en frente. —suelta una carcajada.
Le encantaba fastidiarme y a mí hacerla callar. Por lo que con un ademán hago que uno de mis hombres la tumben al suelo de un golpe.
—El señor Samuel merece respeto.
Ella ríe, pero entonces le patean las costillas y empieza a toser.
—Hija de puta... Esto no es justo.
—¿Estamos hablando de justicia? —ahora soy yo quien suelta una carcajada— si fue tú querido coronel el que decidió mandar sus soldados a una misión a muerte.
Doy unos pasos para quedar frente a ella y mirarle con diversión.
—Todo esto es culpa de tu arrogante Maximus.
Sus ojos se vuelven a fijar en mi, y estaba vez eran de un color rojo vivo.
—No hables de mi coronel, ¡No digas su puto nombre!
