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MASIEL CIENFUEGOS
La luz que entra por el ventanal recae en mis ojos, me estiro lentamente tomándome la cabeza con las cejas fruncidas por el fuerte dolor de cabeza que me ataca de pronto. Por un momento me siento observada y caigo en cuenta que frente a mí está el mismísimo Dmitri, con su porte erguido, manos cruzadas detrás de su espalda y cara de pocos amigos.
—Buenos días, señorita Masiel.
Suelto un grito y me golpeo la cabeza cuando empiezo a aletear las manos y las piernas hacia atrás, por el terror que me produce su presencia.
—¿Q-Qué? ¿qué haces aquí? ¡¿cómo rayos me encontraste?! —intento regular mi respiración tapándome con las sabanas de mi cama.
Miro a mi alrededor, la ventana está medio abierta y todo está en su lugar excepto Sebastián, quien se había quedado dormido en el sillón al costado de mi y ahora no se encuentra, tan solo sábanas arrugadas.
—No querrá saber eso —da un paso hacia adelante—. El señor Koshaner la mandó a buscar, como ya debió suponer.
—¡Ni se te ocurra dar un paso más! —le advierto tomando en mis manos la lámpara de mi costado—. Creo que fui muy clara anoche al decir que no me apetece volver, sé que tengo una deuda con él pero ya veré las maneras de pagarla.
—No es algo de lo que usted pueda decidir, me dieron una orden y debo cumplirla, señorita —dice calmado.
—¡No me importa! Márchate ahora mismo, ¿qué hiciste con Sebastián? ¿a caso crees que puedes entrar a casas ajenas así porque si? —le reprendo.
Este suspira.
—Tan solo hago mi trabajo.
—Bien, te tengo uno; ve y dile a tu jefecito que mientras yo exista le llevaré la contraria las veces que sean necesarias —ladro, para finalmente levantarme—. Ahora, no me hagas usar esta cosa, no quiero lastimarte.
Empuño con fuerza la lámpara.
No sé qué estupidez estoy diciendo pues él con un solo golpe ya me tiene en sus manos inconsciente considerando su cotestura y tamaño. Temo por mi, por tal estoy dispuesta a todo, a mí nadie me hará actuar en contra a lo que deseo.
—No hagas esto más difícil y alístate, te estaré esperando fuera del hotel —me da la espalda.
Arrugo la barbilla, conteniendo las lágrimas.
Creí que Dmitri era diferente, que podría ayudarme, que podía contar con él para escapar del señor, pero ya veo que no. No puedo confiar en él jamás.
—¡He dicho que no! —me le encimo con la lámpara y este se voltea tan rápido como puede para retener mi impacto tomándome de la muñeca.
Me quejo por lo bajo por el dolor que me causa.
—Contigo no se puede tener un día de trabajo tranquilo —bufa, para luego tomarme por completo y cargarme en su hombro.
—Dmitri, ¿qué estás haciendo? ¡bájame de una vez! —le golpeo la espalda.
Este tira la lámpara al suelo haciendo que se escuche un estruendo, cierro los ojos en cuanto prosigue su caminata hasta la puerta.
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DOGMA [+21]
ChickLitÉl es el diablo, pero ella carga consigo todas las perversas tentaciones. *** La deportación le respira en la nuca y aparentemente la única salida es contraer matrimonio. Es curioso, porque todos sus novios amanecen asesinados sin alguna razón apare...