El llamado "presentimiento" no tiene ciencia alguna ni siquiera lógica, pero a veces se le debe dar el crédito a ese tipo de cosas.
Sabía que algo no estaba bien por la forma en que se hablaban entre ellos o se miraban cuando creían que yo no los estaba observando. Sabía, por otro lado, que si seguía pensando en aquello posiblemente lastimaría la confianza de mi esposa y amigo, pero no lo pude evitar, cuando algo no me gustaba, jamás lo haría.
Poco a poco ese "presentimiento" de que algo no estaba bien fue creciendo y en menos de un segundo tuvo su nombre:
"Infidelidad"
Ocurrió un martes de junio. Estábamos en la casa de una amiga, en una fiesta donde se celebraba que pronto se marcharía a Dinamarca. Ella aprovechó la oportunidad de despedirse de todos del modo más divertido y feliz, a optar por un lúgubre y triste adiós. Entre todos los invitados estábamos yo y Grace, mi esposa. Con la última para ese entonces llevaba cuatro años de matrimonio y un hijo que para ese entonces tenía tres años. Claro que él no estaba presente esa noche, no era un lugar para un niño, así que estaba con mi madre.
Apenas eran las nueve de la noche y la fiesta comenzaba a ser divertida. Estábamos la mayor parte de los invitados reunidos en la sala de estar de la casa de Tania, quien presumía de su futura vida en Dinamarca acompañada por su novia, aquella que solo lograba reír por las cosas que decía la otra.
— uy, me están dando envidia —comentó Félix, quien alza su copa y dice lo siguiente— quiero proponer un brindis por las muy afortunadas, Tania y Jessy, quienes se marchan para ser las mujeres exitosas que siempre han sido.
— ¡salud!
Grita Grace sentada en el sofá que está frente de donde estoy, y en el mismo que se encuentra Félix, mi mejor amigo de la vida. Veo cómo ambos intercambian una sonrisa al mismo tiempo que Tania y Jessy ríen, se besan y abrazan.
Alzo mi copa y luego le doy un trago. Las risas y los aplausos son lo siguiente.
Entonces la sensación es más incómoda. Y es que ni siquiera la amargura del alcohol logró borrarla.
— ¿por qué tan serio? Mark.
Miro de reojo a quien me ha dirigido la palabra antes de volver a mirar a Grace, la cual juguetea con su cabello negro y uno de los tirantes de su vestido rojo, al tiempo que contempla a Félix.
Algo pasa.
— nada. Solo pienso en cosas de trabajo.
Le respondo a Christopher, el hombre que estaba de pie a mi lado y quien es un viejo compañero de la universidad, de hecho todos aquí estudiamos en la misma facultad por lo que hay familiaridad entre todos.
— debe ser muy difícil ser docente.
— para nada. De cierto modo es divertido esto de... —respondo jugueteando con el vaso de vidrio mientras vuelvo a mirar a Grace, que ahora habla con otro compañero, mientras Félix abandona su lugar en el sofá y busca algo entre los muebles de la casa— estar en la misma posición de los hombres y mujeres que te hicieron la vida universitaria un infierno.
Sé que no estoy muy concentrado en la plática que sostengo con Christopher y que me dedico a seguir con la mirada a mi esposa, dios, sé incluso que hasta el decir "mi esposa" están horrible, pero algo, esta sensación, que se llama presentimiento no me deja tranquilo.
— ¿ya no fumas?
Esa pregunta me sorprende un poco, no esperaba que lo recordara. Miro a Christopher.
— ahora soy un fumador pasivo. Lo dejé luego de que me convirtiera en padre.
— cierto, ¿Cómo está el pequeño? ¿Cuántos años tiene?
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Miel, chocolate y fresas
RomanceMark Nivans, es un profesor de universidad que tiene problemas para olvidar el pasado, pero en especial a una exesposa que le fue infiel con su mejor amigo. Denise Kidman, está estudiando una carrera universitaria que no tiene relación alguna con lo...