Nathan no se equivocó. Apenas me asomó por la puerta, logró distinguir a Mark en el mismo lugar que ayer vistiendo de camisa y pantalón negro con un llamativo reloj de muñeca.
Parece distraído jugueteando con sus manos. No tardó mucho en acercarme saludándolo a lo que sonríe y pide mi mano para besarla, asegurándose de ese modo que nadie se acerque y nos interrumpa.
— pareces distraído ¿Sucede algo? —preguntó luego de sentarme a su lado.
— Ayer me comporté indebidamente. Me disculpó.
Me apoyo con comodidad en el sofá antes de responder con diversión.
— que yo recuerde no rompiste nada ni mucho menos hiciste algo indebido.
Me mira como si acabara de decir una incoherencia.
— Yo no fui la que bebió —me defiendo.
Suspira y se acaricia la frente. Lo más seguro es que se está disculpando por algunas cosas que dijo o por la coqueta forma en que se despidió y eso es divertido.
— bueno, entonces no rompí nada ni mucho menos hice algo indebido —acepta volviendo a dejar escapar todo el aire de sus pulmones.
— por cierto mi jefe me ha pedido que te dé las gracias por lo que hiciste por nuestra compañera, creo que si no fuera por ti, habría tenido que recurrir a la policía.
— no hay de que, hice lo mínimo. —responde mirándome de reojo— Me alegra que se preocupen y cuiden entre trabajadores. Eso me han demostrado, no he parado de escuchar que me lo agradecen.
Contempló a los guardias hablar entre ellos, a un grupo de compañeras divertidas charlando y a otras que acompañan a los clientes. A Nathan concentrado en su celular acompañado por otro trabajador. Al encargado del minibar que se llama Tarek, el cual está retomando su trabajo luego de una semana de descanso y que lamento no estar para ayudar.
Todos nos conocemos, tenemos una vida afuera de este lugar, pero nos damos el tiempo de hablar y saber cómo está el otro, hacemos intercambios de regalos, cantamos cumpleaños, celebramos los éxitos y nos ayudamos cuando tenemos algún problema.
— se podría decir que somos una familia. Y al final del día todos estemos aquí trabajando por sobrevivencia.
— eso quería preguntarte —dice consiguiendo que deje de observar a los demás y me concentré en él— ¿por qué este trabajo y no otro? Tienes 24 años y estás en este lugar, viendo de seguro la peor cara de la sociedad.
— el sueldo —respondo apoyando mi cara sobre mis manos dejando que el cabello de la peluca cayera hacia un costado— voy a la universidad, pago a medias el arriendo de un departamento, tomó clases de ballet. Prácticamente, me hago responsable de todos mis costos y lo que gano aquí es más de lo que me han dado en otros lugares.
— y ¿dónde están tus padres?
Cambió de posición y ahora cruzó las piernas, aún concentrada en sus ojos, que sin duda son de un bonito verde.
— se divorciaron y no lograron sobrellevarlo de la mejor forma. Mi padre está actualmente en Cuba, se casó otra vez y tiene una hija. —digo recordando la última llamada que tuve con él en la cual me prometía una visita dentro de un mes— Mi madre vive en otra ciudad con su novio mucho más joven.
— ¿ninguno te brinda algún tipo de ayuda?
Sonrió. Creo que voy a tener que ser más sincera con él.
— papá tiene una familia, tiene otras preocupaciones. De mi madre no quiero absolutamente nada. Y si bien cuento con la ayuda de mis abuelos, no quiero ser una molestia.
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Miel, chocolate y fresas
RomanceMark Nivans, es un profesor de universidad que tiene problemas para olvidar el pasado, pero en especial a una exesposa que le fue infiel con su mejor amigo. Denise Kidman, está estudiando una carrera universitaria que no tiene relación alguna con lo...