Capítulo 5.

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Las clases de ballet son hasta las dos, por lo que a las tres estoy almorzando y luego tomando una siesta hasta la hora de cenar, donde solo me como un panecillo con jugo de piña para ir a trabajar.

La mayor parte de mi rutina de verano es solo eso, a veces recuerdo que voy a la universidad y tomo un libro, pero fuera de eso, no hay mucho.

Ellen esta vez se suma, ambas trabajamos en el mismo lugar, de hecho fue ella la que me presento la oferta laboral. Cuando ya he estacionado el vehículo en la parte de atrás del edificio, contemplo el cielo, es casi imposible ver una estrella.

Ellen me apresura a entrar al edificio. Ambas saludamos a César, quien nos sonríe en respuesta. Después nos apresuramos a llegar al ascensor, realizamos el recorrido hasta el piso siete donde a través de los pasillos de paredes de color rojo vino llegamos hasta donde están los camerinos en los cuales todo está en movimiento. Encontrando a Louisa, Darla y Marlou hablando entre ellas.

— ¡chicas!

Exclama Anne, apenas nos ve, ya con su ropa puesta y con una coleta acompañadas de flores artificiales de color rosa, esto último me advierte de que es el día de usarlas.

Hay días que van a acorde a temáticas o modalidad, que consisten en llevar un accesorio distintivo, como flores, collares, anillos, colores o incluso sombreros. Es algo que suele ser muy recurrente y a veces esto es debido por festividades o aniversarios del bar.

— Nathan ya comenzaba a preguntar por ustedes. El pobre aún no se acostumbra a que lleguen tarde —dice llevándose una mano a la mejilla— por cierto, ¿Denis te contó lo que le paso a la pobre de Elisia? La he llamado esta mañana, dijo algo de tomarse unos días y de lo que todas estamos de acuerdo...

— si lo hizo. Qué lamentable...

Entre ambas surge una conversación de la que soy ajena, al ya saber todo al respecto y porque me centro en el lugar por el que salimos hacia el sector en el que están los clientes.

¿Habrá vuelto?

No hace falta decir a quién me refiero, de hecho he pensado un poquito en él y eso me ha llevado a cometer dos errores en mis clases que fueron corregidos por la profesora.

— señoritas —habla Nathan, a nuestras espaldas y a lo que las tres nos volteamos a ver— ¿no creen que es momento de trabajar y dejar de cotillear como viejas de vecindario?

A mi parecer alguien no está de buenas.

Su cara casi luce demacrada, con unas ojeras y un pálido tono de piel, aparte de llevar la camisa un poco arrugada y estar más despeinado de lo normal.

— en eso estamos —habla Ellen tomando del brazo a Anne— vamos, ayúdame a buscar mi ropa.

— claro —responde la otra siguiéndole la corriente y casi huyendo.

Solo las veo alejarse para después centrarme en quién ahora está a mi lado.

— ¿Estás bien? Nat.

Duda unos segundos en responder, entreabre sus labios, pero los cierra de golpe.

— problemas en el cielo, en la luna y en la jodida tierra —dice sin ser concreto y evadiendo una respuesta profunda— vamos, muchacha, el deber nos llama.

Sonrió cuando comienza a empujarme hacia donde está mi pequeño camarín.

— sabes que puedes contar conmigo, Nathan.

— lo sé, cariño. Por eso eres, en secreto, una de mis preferidas.

Sonrió por lo último y me adentro en el pequeño cubículo, no sin antes susurrarle un "ánimos" consiguiendo que él se divierta.

Miel, chocolate y fresasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora