Capítulo 7.

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Lo curioso de algunas situaciones es que se resuelven sin mucha dificultad y esfuerzo.

Había llegado a casa a eso de las tres de la madrugada acompañada de Ellen. Cada una se había marchado a su respectiva habitación con el acuerdo de no despertarnos hasta las doce del día, pero Evans llegó a eso de las diez de la mañana y mandó nuestros planes a la basura cuando llamo a la puerta de forma reiterada, de hecho no detuvo su puño hasta que Ellen y yo le abrimos molestas, despeinadas y en pijama.

— maldito seas, Evans.

Habla Ellen con las manos en la cara y pese a que estoy igual de enfadada que ella, la diferencia es que me concentro en observar detenidamente a mi mejor amigo.

— ¡¿Qué te pasó?!

Tiene un horrible ojo morado e hinchado, la nariz sangrando y el labio herido, sin duda alguien le han dado una paliza. Acerco mis manos a su rostro y lo examinó con cierto cuidado mientras Ellen se queda callada, remplazando su enfado por preocupación.

— Discutí con un imbécil —informa triste al tiempo que yo lo tomo de una mano arrastrándolo al interior del departamento— y no consideré que estaba en desventaja hasta que caí al suelo.

Se sienta en silencio en el sofá al tiempo que voy al congelador por una bolsa de hielo que guardo para los moretones que me doy cuando practico ballet.

Ellen toma el rostro de Evans y examina la herida con cierto cuidado.

— ¿Fue recién? ¿Dónde? —comienza a interrogar— ¿Quién?

Me coloco al lado de ambos y con precaución depósito el hielo sobre su ojo morado al oír quejidos del pobre. Debe doler un infierno, su frente se arruga y se muerde el labio por unos segundos.

— gracias... fue hace una hora... en la calle que está la cafetería donde venden donas... —responde cerrando con fuerza el otro ojo y abriéndolo justo cuando Ellen se marchaba y volvía con su celular en mano— no llames a la policía, Ell... no es necesario.

No le decía "Ell" desde que terminaron su relación.

— el tipo ya no está en el lugar, apuesto que incluso debe haberlo olvidado. Además, yo me lo busqué... me lo merezco.

— nadie merece que le destrocen la cara —digo ahora extendiendo un algodón con alcohol que he sacado de un botiquín que tengo en el baño.

— ¿Quién? —reitera Ellen, aun con su celular en mano.

— ni siquiera sé cómo se llama...

Evans no es de involucrarse en peleas, es la persona menos conflictiva que he conocido y tiene una especie de esperanza ciega en que todo se soluciona hablando.

— Evans... ¿Quién fue? —pregunto ahora apoyando mi mano sobre su rodilla al ver que la ha empezado a mover de forma nerviosa.

— el novio de un viejo amigo —responde cerrando el ojo cuando mueve la bolsa de hielo más al centro para retirarlo de la cara— pensé que lo estaba atacando, pero me equivoque y por chismoso me dio una paliza.

Ambas intercambiamos una mirada y Evans se percata de eso.

— no estoy mintiendo. Solo iba de camino a la dichosa tienda, sin saber que ese viejo amigo trabaja ahí, y entonces lo encuentro a las afueras del lugar, hablando con el maldito imbécil que lo tenía agarrado del brazo y parecía a punto de pegarle, y no se me ocurrió otra idea que interrumpirlos. El idiota malinterpreta todo y recibo esto —se señala la cara al mismo tiempo que vuelve a pegarse el hielo al ojo— maldita sea, duelo horrible.

Ellen suspira y se acerca hasta sentarse al lado de Evans.

— llamaré a Jun. Ojalá tenga conocimientos en este tipo de heridas —dice antes de mirarnos a ambos y volver a colocarse de pies para ir hasta su habitación.

Miel, chocolate y fresasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora