Me tranquilizo al saber que es alguien totalmente desconocido, pero aquel sentimiento es tan efímero. Apenas siento su mirada sobre mí, un escalofrío me recorre por completo. Sus ojos no sé de qué color son, entre la distancia y las luces tenues del lugar no tengo certeza alguna, lo que es de menos importancia porque la verdadera causa de mi reacción es que su mirada escrutadora, su expresión seria deja al descubierto una especie de arrogancia. Es guapo y aquello lo intensifica. Sus cabellos están perfectamente peinados, son de un rubio oscuro y lleva una barba facial. De seguro está entre sus treinta y tantos. Por otro lado, viste de traje, al igual que la mayoría de los hombres que vienen aquí, pero a él parece quedarle como otra piel.
— señorita Miel, luce hermosa.
Comenta David, una vez que estoy frente a ellos. En silencio, extiendo mi mano hacia él, para que la acerque hasta sus labios y deposite un beso allí, lo cual hace con una sonrisa. Tal gesto da a indicar a todo quién nos mire que yo solo estaba disponible para sus servicios esta noche.
Aquel gesto era uno de los auténticos detalles o leyes que subsistían en el local, otra era no sobrepasarse con las trabajadoras ni mucho menos obligarlas a hacer algo que no quisieran, nosotras como empleadas lo único que teníamos que hacer era bailar, charlar y servirles licor, ayudarles con el encendedor y traerles aperitivos, simplemente ofrecerles compañías y comodidad. De todos modos había otras que si querían podían ofrecer otros servicios, pero eso ya se hacía a las afueras y bajo sus propias responsabilidades, a lo que en gran parte recurrían las que necesitaban demasiado del dinero y eran muy pocas.
Por otro lado, una como trabajadora tenía la opción de utilizar su propio nombre, la inicial del primero o un seudónimo para identificarse.
Yo utilizaba ambos, pero los clientes como David me llamaban Miel.
— ¿A esto te referías? ¿Es en serio? ¿Esta es tu forma de ayudarme? David, ver mujeres bailar semidesnudas.
Habla el desconocido, dejando al descubierto tanto en su rostro y ojos, su molestia, los cuales desvía de nosotros.
— sí. Te dije que ibas a tener la mejor de las vistas y pasártelo bien, Henry.
— Deja de llamarme de esa maldita forma. Pensé que íbamos a jugar las cartas viendo a Chaplin.
— Eres tan aburrido, Mark. Claro que vamos a jugar a las cartas pero con la dulce y hermosa compañía de esta mujer.
Sonrió ante sus últimas palabras viendo de reojo cómo el otro hombre parece estar apretando la mandíbula. Por cómo se hablaban y el ambiente que les envuelve deben de conocerse hace demasiado tiempo.
David, centra sus ojos en mí luego de ofrecerle una sonrisa forzada a su acompañante.
— discúlpalo, últimamente tiene un carácter desagradable.
— pues si no me molesta a mí, no veo porque cambiarlo —responde depositando el vaso de whisky que al parecer ha estado bebiendo en la pequeña mesa de centro— ¿Dónde está el baño? —pregunta mirándome con indiferencia una vez que está de pies.
Es demasiado alto, por lo que tengo alzar la mirada un poco si quiero verlo a los ojos.
— en el pasillo que está al fondo, a su derecha.
Respondo rápidamente al sentirme intimidada por la diferencia de altura que hay entre nosotros.
Con gesto tosco abrocha el botón de su chaqueta, al mismo tiempo que se va por donde le he indicado. Solo lo sigo con la mirada.
— lamento eso, el divorcio le afectó por completo. Antes no era de esa forma.
Me giro a ver a David, el cual ejerce su labor de abogado y trata de excusar a su amigo.
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Miel, chocolate y fresas
RomanceMark Nivans, es un profesor de universidad que tiene problemas para olvidar el pasado, pero en especial a una exesposa que le fue infiel con su mejor amigo. Denise Kidman, está estudiando una carrera universitaria que no tiene relación alguna con lo...