5.- Sólo dejó el aroma de las flores

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—No pude regresar a tiempo — dijo Do Yeong en un susurro, con los ojos nublados de tristeza y culpa, ante la atenta mirada de Rosé —. Seis semanas después de llegar a Incheon, hubo un ataque por mar que nadie esperaba y que obviamente nadie vio venir con esa manera tan demoledora. Desperté casi cuatro meses después en un buque hospital británico.

Do Yeong hizo una pausa mientras miraba al frente. El viento nocturno mantenía una columna de hojas que parecían danzar con gracia, esa melodía susurrada a través de los árboles.

Roseanne siguió la vista de su abuelo, aspirando el suave aroma que se impregnaba en el ambiente, a tierra mojada de todo el jardín trasero. Escuchar esa parte de la vida de su abuelo había hecho caer sobre ella una carga emocional que no esperó; las lágrimas habían dejado un camino desdibujado sobre sus mejillas e intentaba controlar los ligeros espasmos en su cuerpo, debido al llanto.

—¿Qué pasó?, ¿pudiste regresar después? —, su abuelo soltó un pesado suspiro.

—Lo hice. Regresé a Seúl en medio del caos; acababa de firmarse el armisticio que anunciaba el "fin de las hostilidades". La guerra había terminado militarmente hablando y una vez que terminan, suelen dejar un camino de desolación, casi siempre acompañado de caos y confusión.

"Intenté moverme a la zona de Semyeong, donde se encontraba la base donde había permanecido la mayor parte de mi estadía en la guerra; pero no me lo permitieron. En los días agonizantes del conflicto, hubo un último ataque y fue necesario evacuar en un radio bastante amplio... pero salió mal y... en medio de todo ese movimiento hubo un último golpe aéreo que tomó por sorpresa a todos. Había demasiada gente reportada como desaparecida... cuando no muerta..."

En ese punto, la voz del anciano se quebró de manera dolorosa, haciéndolo parar. Rosé levantó la vista hacia él y vio su rostro desencajado con su labio inferior temblando, mientras tomaba aire para poder calmar el dolor que se abría en esa grieta en el pecho y el que se alojaba en su garganta.

—¿Ella...?

Do Yeong se encogió de brazos silenciosamente, no quería responder a esa pregunta en voz alta; no lo había hecho en casi setenta años porque hacerlo, tal vez rompería la única parte intacta de su cansado corazón.

—Nunca... pudieron darme razón de ella, de otras gisaengs o compañeros —dijo él por fin, con voz temblorosa —. Es como... como si desde ese momento todos hubieran sido condenados al limbo. No había rastro de ellos, pero... aparentemente tampoco estaban... muertos.

"Cuando las cosas se calmaron un poco... pasé más de un año buscando algún rastro de ella; incluso, buscando todo acerca de Jung Hae-in... pero de él y su familia menos que nadie, quisieron darme cualquier tipo de información.

Lo único que me quedó de ella fue esa hoja antes de accidentarme por primera vez y... una carta que no supe en qué momento metió a mi mochila, antes de partir; que recuperé y supe de su existencia, hasta que las pocas cosas que poseía me fueron entregadas."

Silencio de nuevo en el que sólo podían escucharse los ahogados sollozos de la joven. Rosé tomó la mano de su abuelo entre las suyas y dio un sutil apretón.

—Di... dijiste que la primera carta te... te salvó, ¿la última no... no lo hizo? —preguntó ella entre los espasmos provocados por el llanto.

El rostro de Do Yeong volvió a desencajarse y solo pudo bajar la vista hacia la mano que su nieta sostenía mientras que distraídamente jugaba con sus dedos.

—Tal vez te escandalice saberlo pero... nunca la leí —dijo lo último en un susurro tembloroso y casi avergonzado.

Roseanne se incorporó para míralo, sus ojos abiertos sobremanera y las cejas arqueadas.

HASTA ENCONTRARLA | CHAESOO/JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora