2.- Aun en medio del caos.

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Corea, 1951



—¡Eh, Do Yeong! —escuché gritar a un joven de cuerpo rollizo que sostenía el extremo de una camilla.

Pero mis ojos simplemente no podían despegarse de ella. Caminaba de una manera tan ligera que parecía flotar, como danzando sobre el suelo; llevaba la mirada baja pero su rostro parecía tan impasible aun en medio de todo el caos que nos rodeaba. Podrá parecerte exagerada la comparación pero ella, su sola presencia en aquel lugar, con su expresión serena; era como un aliciente para los que estábamos ahí, como la promesa de que llegaría la tranquilidad tras noches de tormenta.

Entonces, la vi inclinarse sobre un soldado herido y sonreírle como nunca había visto sonreír a nadie, mientras con toda delicadeza, se hacía cargo de sus heridas; como el artista que es paciente con sus manos para trabajar con maestría y dotar de vida a su creación. Por una fracción de segundos, sus profundos ojos se levantaron para encontrarse con los míos y sentí como si perforara mi conciencia, como si ella tuviera el poder de escudriñar hasta el último rincón de mi alma. Sentí en el pecho el punzón de algo que me golpeó con una precisión que simplemente me paralizó, para sentir cómo algo nuevo se dispersaba por todo mi cuerpo, olvidé incluso respirar y no exagero al decirlo porque cuando me sonrió con suavidad, en un preciso y ligero trazo, sólo pude sentir cómo el aire se arremolinaba en mi garganta.

Fueron solo unos segundos, no más que algo que cualquiera podría considerar un encuentro fortuito, pero significó para mí el punto de inflexión de mi vida. Una vez que sus ojos volvieron a mirar a ese joven, ese algo que me inundaba tras golpearme, lo sentí subir por mi cuello y mi rostro con una ferocidad que tampoco había sentido. Y esa primera imagen de aquellos labios, esos ojos convertidos en medias lunas, delineadas por unas espesas pestañas; se grabaron en cada rincón de mi cabeza.

Demasiado tarde reacciones para cuando yo bajé la vista e intenté hacer una reverencia hacia ella, ya no me miraba e incluso parecía haber olvidado mi presencia y yo... yo solo quedé ahí, mirándola con gran descaro hasta que un golpe en mi brazo izquierdo me devolvió a la realidad que por un instante, había dejado de ser atroz.

—¡Do Yeong! —gritó mi compañero tras propinarme aquel golpe.

Nunca fui débil, crecer en las montañas me había dado una buena fortaleza física a pesar de mi delgadez, pero ese golpe había tenido que ser lo suficientemente fuerte para... 1) despertarme del "embrujo" y 2) para hacerme tambalear con el dolor que aquello implicaba.

—¡Ya te escuché! —grité de manera ahogada, frotando la zona golpeada, intentando ocultar el hecho de que sí me había dolido.

—Te he estado hablando como estúpido y tú estás en las nubes... ¡ah!, no precisamente en las nubes.

Al levantar la vista hacia él, sabía que se había dado cuenta que la estaba observando a ella, quien ajena e imperturbable, continuaba cumpliendo con su labor.

—¡Es una chica linda! —dijo con una sonrisa de satisfacción, también mirándola.

Me acerqué a él mientras mas ajeaba mi brazo.

—¿Sabes quién es?, ¿cómo se llama?

—¡Nah! —dijo él, rascando la parte posterior de su cabeza —. El superior dijo que iban a venir unas personas enviadas por el gobierno para ayudar en nuestras labores. Supongo que son ellas... incluida la chica linda.

Me encantaría decirte que me acerqué a ella para preguntarse al menos su nombre, saber quién era... pero no pasó. Tan pronto como mi compañero mencionó al superior, me llevó casi a rastras ante su presencia.

HASTA ENCONTRARLA | CHAESOO/JENLISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora