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Después de ver como el pobre dedo de cada uno estaba siendo abarcado por el anillo, se preocuparon

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Después de ver como el pobre dedo de cada uno estaba siendo abarcado por el anillo, se preocuparon.

—¿Chan, qué haremos? Apenas podemos ocultarlo de Tzuyu con su porte normal. Si se enterara, no quiero ni saber lo que podría pasar. —Felix escondió sus sentimientos de manera tan profunda que ahora solo podía expresar la preocupación. El único que tenía que sufrir era él, nadie más.

—Tranquilo Felix. Aún quedan dos semanas para la boda y por Tzuyu no te preocupes. Además nosotros somos amigos, Felix siempre lo seremos. ¿Lo sabes? —el mayor lo miró atento, esa pregunta tenía mas relevancia de lo que el rubio pensaba. En realidad significaba que si a pesar de todo Felix estaría junto a él, que nunca se iría de su lado, que siempre estaría como su mejor amigo a pesar de los problemas.

—Claro pero, ¿por qué me dices eso? —preguntó mientras miraba los botones del ascensor que se encendían de uno en uno de manera extraña.

—Es que no quiero que nuestra amistad cambie por lo que ha pasado entre nosotros. —se sinceró. —Quiero ser tu amigo por siempre, estar a tu lado.

—Chan yo lo sé... —suspiró con remordimiento. —Pienso igual que tú. —dijo tragándose cada bocado de sentimiento que quería salir. Normal, todo tenía que volver a ser normal.

Ya había pasado más de media hora y ambos seguían atrapados en el ascensor. —¡Chan me estoy desesperando! —decía Felix echándose aire con su mano.

—Tranquilo, yo estoy contigo. —le dio fuerzas aunque internamente ya sentía que le faltaba el aire también, pero no tanto como en el caso de Felix.

—Si lo sé, pero tú no puedes generar aire para mí.

—Si puedo. —dijo con aires de superioridad, inflando su pecho. Haciendo reír a Felix por primera vez desde que Tzuyu había vuelto.

—No eres un árbol Chan ¿lo sabes, no? Loco. —se volvió a reír, hace tiempo que no tenía conversaciones absurdas con su amigo.

—Te puedo dar respiración... —Chan lo dijo de forma casual. Felix lo miró a los ojos y le golpeó el pecho. Le molestaba que lo provocara.

—No juegues, tenemos que pedir ayuda. —se sentó con las piernas en forma de mariposa.

—No estoy jugando. Pero quiero be... —no pudo terminar lo que estaba diciendo.

—¿Be...? —preguntó el de pecas manteniendo la boca abierta.

—Beber un jugo. Tengo sed. Ya deberían abrir esta maldita cosa. —golpeó la puerta con ímpetu. Si querían que se murieran en ese lugar estaban haciendo un buen trabajo.

—Ni siquiera hay señal. —dijo el rubio. —Moriremos aquí, nadie nos encontrará jamás y nos comerán esas asquerosas arañas. —de solo imaginárselo se estremecía.

Tu anillo no sale de mi dedo ► ChanLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora