La nueva era.

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Flashes de cámaras se estaban reflejando en las ventanillas del coche, solté un suspiro evitando llevar mi vista a lo que había en el exterior y miré a mi hermana que se encontraba sentada al lado mío en la parte trasera del auto.

– Vaya, sí que hay gente en el día de hoy, ¿No se supone que se iba a anunciar dentro de una semana? — Mi padre nos miró por el retrovisor del coche a mi hermana y a mi.

– Por lo visto en Twitter solo sale tu nombre, de hecho en el día de ayer estuvo en tendencias. Aún sigo sin saber de donde sacan tanta información y cómo. – está vez la que habló fue mi hermana mientras volvía a revisar su cuenta de Twitter. – Mira, solo me salen cosas relacionadas contigo.

– No sé si alegrarme o angustiarme al haber sido tendencia en Twitter, de hecho me aterroriza. – Mantuve el contacto visual con Aurora pero este solo duró un par de segundos ya que volví a mirar por la ventanilla del auto.

– No te preocupes cielo, estaremos junto a ti todo el tiempo. – se giró mi madre que estaba en el asiento de copiloto, me miró y me dedicó una sonrisa reconfortante.

La voz de mi madre retumbó en mis oídos y de alguna manera aquellos nervios que tenía formados en mi estómago desaparecieron por arte de magia, suspiré algo aliviado y le devolví tanto la mirada como la sonrisa.
Nos abrieron una barrera que daba a una especie de aparcamiento privado, ya cada vez quedaba menos y esos nervios volvieron a aparecer. El lugar era bastante amplio y eso que solo había visto en parking.

— Bueno, ¿estás listo para esta nueva aventura? — Aparcó el coche y mientras se desabrochaba el cinturón me dirigió una mirada acompañada también de una sonrisa.

Quizás los nervios estaban consumiéndome, pero el hecho de tener a mi familia al lado hacía que todo estuviera mejor, en calma.
Todos nos quitamos el cinturón de seguridad y acto seguido salimos del auto, mi madre y mi hermana una vez también salieron, se acercaron a mí para juntarnos en un cálido abrazo de familia.

— Falto yo, falto yo. — añadió mi padre y reímos mientras lo esperamos para que se uniera al abrazo, ahora sí estábamos todos.

— ¿Familia Páez Gavira? — se escuchó una voz externa que hizo que nos separáramos del abrazo y buscáramos con la mirada a la persona que  hablaba. — Encantada, soy Luna y les acompañaré hasta las oficinas y despachos, es algo amplio este lugar y siempre la gente se suele perder. — nos dedicó una sonrisa a los cuatro y se hizo a un lado dejando libre la entrada de una puerta.

Empezamos a caminar observando todo con detalle ya que pasamos del aparcamiento hasta un ascensor el cual la chica apretó el botón para ir al sexto piso, sexto. ¿Qué tan grande era esto?
El silencio reinó en aquel ascensor, pero era un silencio cómodo ya que también había una musiquilla de fondo, me sonaba bastante la melodía pero no pude descifrar más ya que era solo instrumental. Finalmente el ascensor abrió sus puertas y la chica aún con una sonrisa en su rostro nos siguió guiando el camino, llegamos a una planta llena de oficinas, así que supuse que dentro de nada iba a entrar por una de esas puertas y cambiar mi futuro.

– Pueden sentarse en esos sillones que se encuentran aquí y esperar pacientemente a que el presidente les atienda. – Se acercó a mi madre para entregarle un papel en el que ponía su nombre y un número de teléfono. – Si necesitan algo en cuanto salgan de la reunión siempre pueden contactar conmigo a través de ese teléfono y vendré a ayudarles en lo que deseen, ahora sí me retiro. – asintió con la cabeza levemente y antes de marcharse me dedicó una mirada y una sonrisa dulce. – Buena suerte y bienvenido.

Le sonreí de vuelta y fui directo a sentarme en los sillones que nos había dicho la chica, comencé a jugar con mis dedos mientras que mi mirada se mantenía fija en estos, diría que no se me da muy bien mantener una conversación con personas nuevas y más cuando estoy nervioso o bajo presión. Suspiré y comencé a quitarme la pielita cerca de mis uñas hasta llegar al punto de que comencé a sangrar, fruncí mi labios y maldije internamente. Iba a pedirle un pañuelo a mi hermana pero justo la puerta de aquella oficina se había abierto, tragué en seco al ver finalmente cara a cara al presidente pero con rapidez me levanté del sillón y acomodé una última vez el traje que tenía puesto y finalmente entré junto con mi familia a aquella habitación.
La sala estaba decorada con unos cuantos trofeos y diplomas enmarcados que se encontraban puestos en la pared, pero lo que más llamaba la atención era el enorme escudo que había en una de las paredes acompañado de dos banderas por los extremos, alcé las cejas sorprendido ante eso pero me sorprendí más cuando vi un cuadro hecho por Joan Miró, realmente era único y llamativo, me gustaba.

Don't blame me. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora