Capítulo 11: Un pequeño desliz.

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El viernes amaneció con un sol enorme. El cielo se veía precioso y yo me sentía con mucha energía. Me vestí y me fui al colegio.

Al llegar, me encontré a Pablo hablando con Marta. Los saludé y él se fue. Desde que le dije, todo lo que le dije, en el aparcamiento, no se ha acercado a hablar conmigo de nada. Por un lado me alegro, está respetando lo que le dije y está siendo profesional, pero por otro lado me siento triste de que no podamos ni ser amigos.

Las clases terminaron con un pequeño accidente. Uno de los niños se calló, con la mala suerte que su dibujo recién pintado con acuarelas calló sobre mí y toda mi camiseta estaba manchada. Me fui al baño a limpiarla.

Como era acuarela, lo mejor era darle con agua. Aunque el color negro no salía fácilmente. Por suerte, siempre llevo otra camiseta de recambio en mi bolso, para momentos como este. Me quité la camiseta, quedándome en sujetador y apareció Pablo.

-¡Vaya! No me esperaba esto –dijo sorprendido.

Inmediatamente yo me volví y me tapé con las manos.

-¿Qué haces aquí? Es el baño de las chicas –me apresuré a ponerme la otra camiseta.

-Están limpiando el de chicos y sólo quería lavarme las manos –estaba sonriendo.

-¿Y esa sonrisa? –le pregunté.

-Se podría decir que me ha gustado la sorpresa –me guiñó un ojo.

-Siento informarte que no era ninguna sorpresa. A contrario, me has asustado.

-¿Qué hacías desnuda en el baño del colegio? –se lavó las manos.

-Un pequeño accidente con un dibujo de acuarela y mi camiseta.

-Bueno, yo me voy ya.

-Pablo yo... -lo cogí del brazo para que no saliera.

-¿Sí?

Instintivamente, le pasé las manos por el cuello acariciando su pelo, me coloqué de puntillas y lo besé sorprendiéndolo.

¿Qué sentí con el beso? Os preguntaréis, pues sentí lo que toda persona enamorada siente: mariposas en el estómago. Esa sensación me aturdió por un momento. Pablo me agarró de la cintura apretándome más a él y me besó con anhelo, con fuerza, con deseo. Había deseado tanto ese beso que no pude contenerme. No pensé en nada. Sólo en el momento.

Mi cuerpo quedó prisionero entre su cuerpo y la pared fría. Un pequeño escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Sus manos empezaron a recorrer todo mi cuerpo. Su boca buscaba mi boca. Mis manos recorrían su pelo y su musculosa espalda.

Sin darme cuenta de lo que hacía, le quité la camiseta y sentí bajo mis manos su pecho. Él sonrió e hizo lo mismo conmigo, quedándome en sujetador. Me besó en el cuello, mientras desabrochaba mi sujetador cayendo al suelo. Sus manos agarraron mi pecho, su boca comenzó a bajar. Yo cerré los ojos y sentí su lengua sobre mi pezón, mientras que su otra mano recorría mi espalda.

Empecé a jadear, mi cuerpo estaba acalorado, necesitaba más. Sentía su aliento cálido sobre la piel antes de que me besara y mi cuerpo se estremecía.

Sus manos recorrían mi cuerpo, luego subían a mis pechos y los apretaba. Sentí sus besos calientes sobre mi cuello y por toda la piel. Lo agarré del cuello y lo acerqué a mí. Necesitaba más.

Poco a poco sus besos se fueron intensificando, a tal punto que comenzamos a mover las caderas al mismo ritmo, sintiendo su erección en mi pierna. Dejé escapar un suspiro de placer y él sonrió.

Me besó en los labios con ternura antes de descender entre besos hasta mis pechos. Sentí su lengua alrededor de uno de mis pezones. Abrí los ojos con ganas de ver su cara, confirmando que de verdad era él quien me estaba haciendo sentir así. Luego volví a cerrarlos, cuando Pablo bajó a mi cintura, sin dejar de darme pequeños besitos, hasta llegar a mi ombligo.

-¿Quieres seguir? –me preguntó con voz ronca.

-Sí –suspiré sin pensar.

En ese momento quería más, necesitaba más.

Me quitó los pantalones junto con mi ropa interior, me cogió en brazos y me sentó encima del lavabo. Abrí mis piernas lentamente y él empezó a besar la parte interna de mis muslos, lo que me hizo temblar ante el tacto cálido de su boca y el frío de la encimera.

Su dedo comenzó a acariciar mi clítoris. Un gemido salió de mi boca sin poder contenerlo, él sonrió con satisfacción y repasó el mismo camino con la punta húmeda de su lengua.

-Mírame.

Y yo lo miré mientras él lamía mi intimidad lentamente. Llevé mis manos a mis senos y los apreté, retorciéndome de placer. Empezó a ir cada vez más rápido, lo que me llevó a dejar escarpar gemidos desesperados uno tras otro. Pablo se separó un poco y volvió a besar mi muslo. Lo sujeté por el cabello antes de separar más las piernas.

Estaba deseosa de más. Nadia me había tocado nunca así, ni me habían besado ahí. Él rozó mi entrada con la punta de dedo, haciendo círculos. Se acercó más a mí, abrazó mis piernas a su cintura y me penetró lentamente. Me acarició la cara con cariño, a lo que yo sonreí sin dejar de mirarlo. Se movía de atrás hacia delante con movimientos lentos y profundos. Estaba muy excitada y él lo sabía. Los gemidos no paraban de salir de mi boca.

Sus movimientos aumentaron cada vez más, una ola de placer y de escalofríos pasó a través de mi cuerpo. Lo abracé y lo atraje más a mí, quería tenerlo más cerca de mí. Cerré los ojos y lo besé en la boca mientras llegábamos al orgasmo a la vez.

Abrí los ojos y ambos jadeábamos para recuperar el aliento. Me acarició la cara con ternura y me besó.

Después volví a la realidad. ¿Qué estaba haciendo? O mejor dicho, ¿qué había hecho? Me había acostado con mi ex en los baños del colegio. Cualquiera podría entrar en cualquier momento y encontrarnos desnudos y sobre el lavabo.

Me moría de vergüenza. Rápidamente, me separé de él y me vestí.

-Lo siento... -dije y me fui corriendo.

Mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora