Capítulo 3: Aclarando las cosas.

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Ha pasado una semana. La peor semana de mi vida. A mi familia siempre le digo que no me pasa nada cuando me preguntan, aunque creo que mi madre se huele algo. Me conoce, sabe como soy, y sabe que no estoy en mi mejor momento, aunque espero que no se imagine que mi profesor me ha roto el corazón. A Laura sí le conté algo, aunque no todo. Le dije que Pablo y yo habíamos terminado, pero nunca le dije que era nuestro profesor y que tenía que verlo todos los días. Ella pensaba que me dejó porque no quise acostarme con él, aunque yo sabía la verdad.

Los días en clases son horribles. Ver a esa persona por la que sientes algo, escuchar su voz, querer abrazarlo, besarlo y no poder... Pero debo ser fuerte. Debo terminar ese curso con las mejores notas para poder irme lejos a estudiar y terminar la carrera de mis sueños.

Me vestí, desayuné y me fui al instituto con Laura. Me enseñó las fotos que se habían echado en el fin de semana su novio y ella. Se veía tan feliz contándome todo que no quise decirle que, en cierto modo, me daba envidia. Ella estaba saliendo con un chico mayor que ella, y parecían felices. A ninguno le importaba la edad del otro. Disfrutaban del momento. Y yo... estaba rota por dentro. Sentía que me faltaba algo y me esforzaba por mantenerme calmada y hacer como si no pasara nada, como si todo estuviera bien.

El profesor entró por la puerta con una taza de café en la mano. Eso me recordó cuando bajé las escaleras y lo encontré de espaldas, mirando la ventana, y con su taza de café en la mano. Estaba tan guapo...

Pasé el resto de la clase en las nubes, pensando en mis cosas, cuando el timbre de cambio de clase sonó. Todos empezaron a salir rápidamente y nosotras nos levantamos recogiendo nuestras cosas. Cuando pasamos por delante de la mesa del profesor lo miré y me miró.

-Sara –me dijo y sentí un hormigueo dentro de mí -¿Puedo hablar contigo? –yo asentí confundida.

-Te espero en las taquillas –me dijo mi amiga y se fue.

-¿Cómo estás? –me preguntó cuando nos dejaron solos.

-Bien... -mentí.

-Te veo algo perdida en mis clases, no me gustaría que todo esto afectara en tus notas.

-Tranquilo, no lo hará -le sonreí.

-He leído tu redacción.

Se me había olvidado por completo que, entre medio de todo esto, había escrito y entregado esa redacción. "Para conocernos mejor" como dijo en su momento...

-Me ha gustado mucho –continuó –Y también me ha sorprendido.

-¿Puedo saber el qué?

-Que quieras ser profesora –me sonrió.

-Siempre he querido enseñar y trabajar con los niños –dije poniendo mi mano sobre su mesa.

-Pienso que se te va a dar genial trabajar con niños –puso su mano encima de la mía.

Me quedé en silencio, mirando su mano sobre la mía. ¿Qué quiere que identifique con ese gesto? ¿Qué quiere que piense? Lentamente subí mi mirada hasta sus ojos azules que también me estaban mirando.

-Llegaré tarde a mi otra clase –dije en voz baja.

-Cierto, deberías irte –apartó su mano de la mía fríamente.

Le sonreí y me sonrió. Al llegar a la puerta me di la vuelta y él estaba mirándome. ¿Por qué? Me llama para hablar conmigo. Me pregunta cómo estoy, como si le importara. Me toca con su mano, como queriendo tener algo de intimidad conmigo, olvidándose de que nos encontramos en el instituto y que cualquier persona podría vernos, y termina hablándome tan frio y distante, como acordándose que es mi profesor y yo su alumna.

Mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora