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1. La habitación

Luego de su amenaza no opongo resistencia, solo dejo que me empuje hacia el enorme castillo, que parece moderno y anticuado a la vez.

Entramos por una puerta simple, tal vez es una puerta de servicio, la construcción se ve demasiado ostentosa como para tener una entrada tan austera.

Al pasar el umbral, él se gira y me advierte.

— Mantén tu boca cerrada si quieres conservar tu lengua—

Ok, eso no suena como advertencia, es claramente una amenaza, una que no deseo que se cumpla.

Asiento repetidamente con los labios bien juntos mientras él me jala hacia un pasillo muy simple, con piso de baldosas blancas y paredes del mismo color, pero luego entrábamos por otra puerta y la cosa cambia.

Él pisó está cubierto por una alfombra azul con bordados dorados similares a tribales en las bordes que limitan con las paredes sepias.

Los muros están cubiertos por grandes cuadros alineados y separados por un metro de distancia. Las pinturas que contienen son majestuosas y todas tiene algo en común, todas ellas son retratos de parejas. Un hombre apuesto tomando las manos de una bella mujer. No importa la diferencia en el aspecto físico de cada pareja, todos tiene en común una cosa además de su belleza, el hombre de todas las pinturas mira embelesado hacia su mujer.

Mi atención en los cuadros ralentiza mis pasos, por lo que el lunático empuja constantemente cada vez.

Al final del pasillo se observa una enorme puerta de doble hoja de madera de pino con tirantes dorados.

Al parecer nos dirigimos hacia allí, lo cual incrementa mis nervios. Las puertas parecen resguardar el lugar de alguien importante, solo espero que ese alguien sea más sensato para entablar un diálogo.

Delar abre la puerta sin golpear y me empuja dentro de una habitación oscura y tan o incluso más opulenta que el pasillo.

Al notar que no hay nadie en ella me desconcierto.

El lugar está tan oscuro que solo ingresa un rayo de la luz lunar entre las gruesas cortinas que cubren un enorme y alto ventanal.

Delar cierra la puerta y se gira hacia mí sorprendiéndome. No por su movimiento, sino por lo que noto al mirar su rostro. Sus ojos brillan con su inconfundible color dispar en la oscuridad. La belleza de sus ojos causa que mi piel se erice y él parece notarlo en mi brazo soltándolo con brusquedad.

Él se aleja iluminando el lugar al encender algunas lámparas. Es gracias a eso que puedo notar dónde me encuentro. Pensaba que se trataría de algún tipo de despacho u oficina, pero estaba en un error. Esto es dormitorio, un muy grande dormitorio, mi casa entera cabria en él. Y eso sin mencionar que parece la habitación de alguien de la realeza, con muebles de madera oscura, finamente tallados y con tirantes dorados, podría jurar que los tirantes son de oro, su brillo a la luz de las lámparas es limpio y hermoso. En el centro de la habitación con la cabecera apoyada en una pared se encuentran una gran cama con dosel. Y al referirme a una gran cama es realmente enorme, más grande que una cama King.

Es un lugar impactante, y me siento totalmente fuera de lugar aquí.

Veo que Delar se aleja de mí cerrando mejor las cortinas bordo.

Tengo que aprovechar su lejanía si quiero vivir, así que me acerco a la puerta e intento abrirla para salir de allí.

Fue una idea estúpida, al instante que giro el picaporte siento la respiración de Delar en mi espalda. Es rápido, y mucho.

Él sujeta el brazo que sostiene el picaporte y lo aparta bruscamente.

— Compórtate— me indica fríamente— a menos que quieras que te encadene—

Intento apartarme de él lentamente en señal de rendición, no quiero grilletes otra vez.

Luego de su advertencia se dirige hacia la puerta y llama a un guardia

— ¿Mi señor?— pregunta una voz de modo desconcertado.

¿Mi señor? Ok, obviamente Delar forma parte de la realeza o algo así, aunque no es difícil de imaginar, después de todo por más bastardo que sea tiene el maldito porte de un príncipe. El desgraciado es muy atractivo, aunque con un aura salvaje y violenta a su alrededor.

Delar me mira mientras le ordena al sujeto tras la puerta medio cerrada —trae a Alcan ahora mismo— su voz es fría y obviamente está enfadado.

Al escuchar el nombre del maldito loco que hurgo entre mis costillas, sin tener la piedad de anestesiarme, comienzo a sudar frío. No quiero volver con él. Preferiría que Delar me degollara antes de volver a esa camilla. Por lo menos eso sería más rápido y menos doloroso, pero mi mayor problema es que, a pesar de todo, no quiero morir. Hay muchas cosas que todavía quiero hacer para apagarme tan pronto. No puedo rendirme así, no quiero.

—No, por favor— le ruego— no me entregues a él—

Al escucharme él se acerca hacia mí levantando una ceja. — ¿Le temes a Alcan?— pregunta de modo siniestro.

No puedo contestarle solo asiento de forma efusiva.

Él se detiene frente de mí y estirando sus dedos y tomando un mechón de mi pelo corto. Es un simple gesto, pero en él es aterrador

— De todas las personas que existen en este dominio, Alcan es tu menor problema — me advierte mientras enreda mi mechón de pelo en sus dedos, de forma despreocupada.

Si el sujeto que jugó al ta-te-tí con la piel de mi torso es el menor de mis problemas, entonces no quiero ni saber que serían capaz los demás de hacerme. Eso me genera un nudo en mi garganta que intento de bajar tragando saliva.

Al cabo de unos minutos alguien golpea la gruesa puerta provocando en mí un sobresalto.

Delar suelta entonces mi cabello y se dirige hacia la puerta abriéndola.

—Delar no puedes trabajar en este momento, debes disfrutar de tu encuentro—le indica Alcan a modo de reto desde el umbral de la puerta.

Pero Delar no le contesta, solo lo sujeta desde el cuello de su camisa empujándolo de forma bruta hacia el interior

— ¡Oye! —Se queja Alcan — ¿Qué sucede?— le pregunta mirando a Delar.

— ¡Esto!—le contesta Delar con furia mientras me señala.

Roja sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora