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Chase

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Chase.

Para cuando atravieso las puertas de cristal de Maximium, me suena más tentadora la idea de que me arrolle un camión a soportar lo que sigue.

Desde la madrugada del viernes, tengo un dolor punzante de cabeza que persistió durante todo el sábado y se intensificó hoy cuando Andrew me envió un mensaje diciendo que si no asistía a la reunión programada a las diez, las consecuencias serían peores para mí.

La realidad es que son las diez y cuarto, por lo que tengo que hacer un extremo esfuerzo para no volver sobre mis pasos hacia el coche cuando veo a mi representante discográfico esperándome en la entrada de su oficina, con un notorio cabreo en su rostro.

—Una sola cosa te he pedido, Chase: Que vengas a las diez, y son las diez y cuarto —gruñe cuando me acerco—. ¿Es que ni siquiera puedes ser responsable en eso?

Lo ignoro y me adentro en la oficina.

El edificio corporativo de Maximium Records está ubicado en una de las calles más famosas de Hollywood. La oficina de Andrew no le pierde rastro al lujo de la zona. Es jodidamente enorme, con una luz natural que se filtra a través de los extensos ventanales que aumentan mi dolor de cabeza. En las paredes hay gigantografías de nosotros junto a varios premios enmarcados, como el primer billón que alcanzamos en Spotify.

En el medio del lugar hay una mesa de cristal con una docena de sillas, donde los chicos ya se encuentran tomando asiento.

—Pero miren quién ha llegado, el dueño de nuestra bancarrota —Matt, el bajista, dice en cuanto me acerco a ellos y tomo asiento al lado de Oliver, el guitarrista. Él me dedica una sonrisa antes de agachar la cabeza y decidir no entrometerse hasta que sea necesario.

Lo agradezco, demasiado tengo con el idiota que tengo enfrente.

La verdad es que nunca me llevé bien con Matt. Se unió a la banda después de que Josh nos abandonara semanas antes de que nuestro éxito despegara. Siempre ha parecido tener algo en mi contra, aunque no sé exactamente qué, pero se las ha arreglado para arruinarme la existencia más de una vez. Ahora, simplemente ha encontrado la excusa perfecta para ser un completo idiota.

—Matt, ya basta — escucho a Owen, el cantante, decir. No necesito que me defienda, podría destruir a Matt en menos de dos minutos si me lo propusiera. Sin embargo, tengo demasiados problemas en mi vida como para darle importancia a un cretino como él.

—¿Qué? —Matt lo observa y luego se gira nuevamente hacia mi—, es la verdad. Este idiota nos llevará al fin de nuestra carrera por sus estúpidos impulsos.

Aprieto mis labios hasta que estos se transforman en una línea. Decido seguir ignorándolo y prestarle atención a Andrew, que toma asiento en la coronilla de la mesa.

—Desearía no estar teniendo esta reunión —me mira y percibo decepción mezclado con enojo—, pero tenemos que hablar seriamente. La pelea del viernes nos ha dejado vulnerables.

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