VI Epitafios

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Noelle cargó a la mujer herida y a la niña de cabellos dorados hasta depositarlas suavemente en uno de los barcos. Las personas embarcadas en éste  la miraban con odio, conscientes de la carga que le sumaba a su situación, ya de por sí alarmante. No le importó, siempre existirían aquellos a los que su egoísmo no les permitiría discernir entre el bien y el mal.

En los otros barcos empezaron a alzarse voces. Ella aguzó el odio para escucharlos, creyendo que eran gritos de ayuda. No lo eran.

― ¿Eres caballero mágico?

― ¿Qué haces aquí? Aleja al dragón de nuestras casas.

― ¡Ve a enfrentar al dragón! ―gritaron a coro, niños incluidos.

Una mujer de la barca en la que estaba se le acercó, sólo para mirarla despectivamente y dirigirle unas palabras:

―Si el dragón quema nuestros hogares, no sirve de nada que trates de protegernos, niña. Nuestras vidas no valdrán nada.

Increíble. Tenían un dragón escupiendo fuego sobre sus cabezas y aun así les preocupaba más sus posesiones que sus vidas.

Flotó en el aire para que todos la vieran y le prestaran atención.

―Escuchen. Mi nombre es Noelle Silva, caballero mágico del trébol y miembro de la orden de los toros negros. Me enfrentaré al dragón y trataré de mantenerlos con vida...y trataré de llevar la pelea lo más lejos que pueda del pueblo. Ustedes mantengan las barcas cerca una de la otra. ¿Ven esta cúpula? Los seguirá hasta el otro lado del lago.

Uno de los ancianos que estaba en la barca más alejada, río burlándose.

― ¿De los toros negros, dices? Los de esa orden no sirven para nada, mocosa.

―Queriendo salvarnos sólo retrasas el inevitable destino que Lucifer nos ha preparado ―agregó otro.

―No te enfrentarás al dragón, eres una cobarde y debilucha. Si pudieras vencerlo, ya lo habrías hecho.

― ¡Escuchen! ―Gritó ella, harta, furiosa ―. Pertenezco a la realeza, así que no soy un caballero mágico cualquiera. ¡Y los toros negros son la mejor orden de caballería! Nos hemos enfrentado a demonios de alto rango a los que ni los capitanes de orden han podido vencer y hemos triunfado en cada una de nuestras misiones. Los toros negros no le tememos a los demonios, a la muerte o al destino... Si no quieren confiar en mí no me importa, no tienen que hacerlo. Mi trabajo es salvarlos y eso es lo que haré.

Entre todos los rostros cabizbajos y las miradas perdidas le sorprendió ver una sonrisa. La niña de cabellos dorados, la misma que había cargado antes, la miraba con los ojitos rebosantes de cariño.

― ¡Tú puedes, Noelle!

Le devolvió la sonrisa y se alejó a toda velocidad. Maldijo, sacudiéndose el enojo. Tréboles, qué gente tan pesimista. Pero no podía odiarlos, porque de alguna manera los comprendía; pelear contra un dragón era una idea irracional, y ni pensar en matarlo. Sin embargo, lo que la gento no sabía era que ella tenía un plan.

Noelle hizo aparecer su espada de remolinos de agua, apretando la empuñadura con toda su ansiedad. Salió de la cúpula de agua y frenó frente al dragón.

―ESPERABA QUE ME SIGUERAS. ¿DÓNDE ESTÁ TÚ COMPAÑERO?

―No necesito ayuda para detenerte.

El dragón estiró los labios, mostrando la fila interminable de dientes negros.

―LO ÚNICO QUE PUEDE DETENERME ES LA MUERTE, Y YO SOY LA MUERTE.

Noelle tragó saliva antes de contestar.

Asta x Noelle: El precio del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora