III El tesoro del Dragón

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La corpulenta bestia alada abrió los ojos y levantó la cabeza. De sus fauces manaba humo. La mirada de los ojos de serpiente se clavó en Asta y Noelle. Tréboles. De alguna manera el dragón se había percatado de su presencia.

―USUARIOS DE MANÁ...

La voz de la bestia cimbró los suelos. El instinto llevó a Noelle a tomar a Asta del brazo y dar unos pasos hacia atrás, preparándose para huir. Asta, por otro lado, asió a Danma con ambas manos en tanto su rostro, sudoroso y medio tiznado, se tensaba en una mueca de rabia. Ella conocía bien aquella expresión del muchacho, la mostraba cada vez que estaba a punto de pelear en serio.

―Los dragones son animales mágicos muy poderosos, Asta ―Puntualizó ella, con esperanza de hacerlo entrar en razón.

Ella no sabía mucho sobre los dragones. En la antigüedad se les consideraba los seres más temibles del mundo, porque tenían la reputación de invencibles e inmortales, pero eran un mito, tanto como los elfos antes de su resurrección. La única historia que conocía sobre ellos era la leyenda del rey mago Dorian Ellsworth, quien había encontrado a uno escondido en una isla durante una de sus excursiones marítimas, pero incluso aquello se contaba más como cuento que como memoria. Sin mencionar que el cuento no acababa bien. Al final, si no mal recordaba, el rey mago Dorian lograba derrotar al dragón congelándolo dentro de una cueva, sin embargo, años más tarde él mismo moriría a causa de las heridas que le causo el fuegodragón. Viera por donde se viera, era una idea suicida enfrentarse a esa abominación.

Las patas de la bestia emergieron de los montones de oro y sus seis alas se extendieron, ensanchándose como las velas de un barco en altamar.

― ¿Por qué? ―berreó Asta hablándole al dragón ―. ¿Por qué los mataste a todos? Si no te los ibas a comer pudiste quedarte el tesoro y dejarlos ir.

―UN TESORO ARREBATADO ES MÁS VALIOSO QUE UNO GANADO. TODO AQUELLO QUE EL FUEGO CONSUME ES DESPRECIABLE. LO QUE COMEN LAS RATAS NO ES DIGNO DE ALIMENTARME. LOS HOMBRES SON INSIGNIFICANTES, CARROÑA PARA LAS RATAS... MARIONETAS PARA MÍ.

Las palabras hostiles del animal fueron como una súplica de pelea a los oídos de Asta, quien no dudó ni un segundo en atender al llamado, arrojándose a la meseta con una espada en cada mano.

― ¡Nunca voy a perdonarte por haber matado a tantas personas sólo por capricho!

Tan rápido como Asta atacó con un doble estoque, el dragón lo esquivó con gran habilidad. Las espadas terminaron inesperadamente hundiéndose en el oro. La velocidad con la que se movía la bestia de cuatro patas era impresionante. El chico superó el aturdimiento inicial y alzó las espadas para intentar clavárselas al dragón una vez más. No lo logró en su segundo intento, ni en el tercero. El dragón se movía justo a tiempo para que Asta no le hiciera daño, como si tuviera noción de a dónde atacaría el muchacho antes de que lo hiciera. En efecto, el dragón era un rival temible. Pero una vez que Asta le tomó el ritmo al movimiento de su rival, lo sorprendió liberando cortes anti-mágicos con Shukuma, la espada que le permitía usar ataques a larga distancia. Las ráfagas de antimagia lograron impactar en las escamas blancas.

Noelle soltó un suspiro; el taque de Asta no logró hacerle daño al dragón. ¿Cómo era posible? La bestia apenas y se turbó, más por el ataque inesperado que por el impacto. Asta sacudió la cabeza y continuó moviéndose y atacando a larga distancia mientras su enemigo se limitaba a esquivar y fintar. Indecisa, Noelle pensó en qué hacer. «Qué remedio» se dijo, saltando al campo de batalla.

La incorporación de la muchacha a la pelea no le gustó al dragón, quien berreó y empezó a alzar las patas para partirlos en dos con sus garras. Asta y Noelle luchaban bien juntos. Tantos entrenamientos y combates lado a lado les habían ayudado a entenderse y coordinarse en momentos como este. se turnaron para atacar y defender cubriéndose las espaldas, combinando sus ataques sin tener que ponerse de acuerdo con miradas o indicaciones. Se vinculaban tan bien que parecieran estar bailando al tono de una balada letal. ¡Qué romántico le resultaba a Noelle! No estaba ni tantito cerca de ser un baile tierno y delicado, ya que un paso en falso y terminarían convirtiéndose en el nuevo mondadientes del dragón, sin embargo, era muy apasionante, casi tanto como besarse, tal vez. Lo descubriría más tarde, cuando ganaran la batalla que estaban protagonizando. Un beso como acto de victoria sin duda sería un recuerdo inolvidable... pero no podía distraerse con eso ahora. Primero necesitaban vencer al dragón que parecía divertirse con ellos.

Asta x Noelle: El precio del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora