VII Página Olvidada

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Silencio.

Noelle pestañeó. Estaba en su recamara, acostada. Por las ventanas cerradas de su balcón se filtraba la suave luz de la mañana. Qué extraño, no recordaba haber cerrado las ventas por la noche. Por el contrario, le gustaba dejarlas abiertas para despertar respirando aire fresco. Dio un profundo bostezo y se estiró, quitándose las cobijas de encima.

Tréboles. Sintió una oleada de pánico al notar las vendas alrededor de sus muslos, y las vendas en sus muñecas, y más vendas rodeándole el abdomen, debajo de su pijama de seda.

«¡Ay! ―pensó―. ¡¿Qué demonios?!»

Se cubrió la cara con la almohada y cerró los ojos con fuerza para intentar hacer memoria: la cena con los toros negros, la pequeña charla con Vanessa y grey antes de retirarse a su recamara.

No recordaba nada más.

Se obligó a respirar profundo y a inspeccionarse minuciosamente las extremidades, en busca de comprender su estado físico. Estaba en buen estado: fuera de la pequeña punzada en las piernas, el cuerpo no le dolía. Además, las vendas no estaban teñidas de rojo. Eso la relajó, pero, ¿por qué le habían puesto las vendas?... ¿Qu-quien se las había puesto? Porque para hacerlo debieron quitarle el pijama, ¿cómo si no? ¡Ay, no! Empezaba a darle vueltas la cabeza cuando la puerta de la habitación se abrió.

―Ah-ah, Noelle, ¡despertaste! Por- por favor, no, no te levantes. ―dijo su amiga peli azul, tapándose la cara con las manos en gesto de vergüenza.

― ¡Grey! ¿Qué diablos pasó?, ¿por qué estoy vendada?

La chica tímida se disponía a contarle lo que había pasado, pero entonces advirtieron que unos pasos en carrera frenética resonaban en el pasillo. Se detuvieron en el marco de la puerta, mostrando la silueta del chico musculoso, quién se quedó parado un segundo, con la intención de analizar si Noelle estaba despierta, y de paso agarrar aire en el proceso.

―Asta te cuidó toda la noche, esperando a que-a que despertaras. ―le explicó Grey.

―Fui a la cocina para traerte estofado de cordero, porque imaginé que tendrías mucha hambre al despertar y sé que el estofado es tu favorito...

En efecto, Asta sostenía un tazón.

―Asta ―lo interrumpió ella.

― ¿Sí? ―todavía jadeaba por la carrera.

―El tazón, lo sostienes boca abajo.

― ¡Oh, no! Debí derramarlo en el pasillo cuando venía.

―No importa, no te preocupes, lo que necesito ahora son respuestas, ¿Qué pasó, por qué estoy así?

Asta y Grey cruzaron una mirada, cómplices.

― ¿Te puedes mover? ―preguntó él― todos quieren verte, estuvimos preocupados por ti. Y creo que si yo te cuento lo que pasó no me vas a creer. Es mejor que lo escuches de los demás, y lo veas por ti misma.

Con todo y que el cuerpo no le dolía, necito ayuda de Asta y Grey para bajar por las escaleras.

La pilló desprevenida encontrarse con una fiesta en el patio.

La familia de la iglesia de Asta estaba allí. No faltaba ningún miembro de la orden: incluso el vicecapitán descansaba bajo la sombra de un árbol, a lo lejos. Mars y Fana del reino del diamante comían en una mesa junto a Vanessa, el capitán Yami y... ¡El rey mago! Julius también estaba allí, y platicaba muy emocionado con una chica a la que no reconoció. Cabellos lacios y azules como el cielo a medio día, hombros estrechos y delgados, maravillosos ojos brillantes como rubíes. Era muy linda. Demasiado. Mejor que Asta no se acercara a ella; podía engatusar a cualquiera con esa dulce mirada.

Asta x Noelle: El precio del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora