Introducción

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Había fantaseado con su libertad desde el momento en que le encadenaron los brazos y las piernas y lo arrojaron a una de las mazmorras más sucias de Asgard

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Había fantaseado con su libertad desde el momento en que le encadenaron los brazos y las piernas y lo arrojaron a una de las mazmorras más sucias de Asgard. Desde entonces, pasó sus días enfocado en planear su huida: le llevó un año, cuatro meses, dos días y la suficiente energía para que esta no terminara siendo tan elegante como hubiera deseado, pero al final, lo había logrado. Loki pudo despedirse de las palizas, las humillaciones, la oscuridad y el frío que le había mordido los huesos hasta entonces.

Su siguiente destino fue la Tierra. No es que fuera un nostálgico del planeta, en él habían transcurrido alguno de sus recuerdos más frustrantes, pero con su energía actual no probaría suerte en ninguno de los otros planetas vecinos: la mayoría tenían tecnología avanzada y lista para defenderse de un invitado no deseado; y los que no, eran poblados por razas que podían enfrentarse a él con las manos desnudas y, aun así, hacerle desear estar muerto.

Midgard también ofrecía sus ventajas: sus habitantes seguían siendo lo bastante torpes para no localizarlo si así lo deseaba y lo bastante ingenuos para que pudiera prosperar en el lujo por medio de engaños y magia. Pasó las primeras semanas tratando de olvidar los calabozos en los que había sido confinado gracias a las fiestas y al alcohol que ingería hasta perder el sentido y despertar en alguna cama extraña.

Incluso hoy, podía reproducir algunas de esas escenas entre brumas: acostada en la cama de un reservado de lujo en su forma femenina, sosteniendo una botella de ginebra en una mano mientras la otra tiraba del cabello del hombre que comía entre sus piernas. Su cuerpo temblaba sin que tuviera un ápice de control sobre él, a punto de perderse en un orgasmo que iba a sacudirla hasta drenar toda su fuerza y hacerle ver las estrellas.

El dios despertó de golpe, sudando y con la respiración aún acelerada. Frotó su cara con frustración e ignoró el problema que tenía entre las piernas. Su vida había vuelto a dar giros inesperados desde entonces, fiel a mantener a Loki en una montaña rusa de subidas y bajadas imposibles. Y la caída en la que estaba ahora le estaba haciendo descender hasta el subsuelo.

Se incorporó y recogió el largo de su cabello en una coleta deshecha que le hizo sentir el aire en su cuello. El calor solía ser malo por sí solo, pero odiaba mucho más como éste hacía que la arena y el polvo se pegaran a su piel: desde hacía meses, sentirse sucio y pegajoso se había convertido en su forma de vida y eso que existió una época en la que no soportaba sentir una gota de sudor resbalando por su cuerpo.

Después, gateó por el suelo de tierra hasta la canasta que se encontraba a pocos metros detrás de él, dónde un bulto cubierto por una tela áspera y marrón movía brazos y piernas entre quejidos. Tan pronto lo tomó, sus sollozos se intensificaron y no cesaron incluso cuando lo meció con fuerza.

-No tengo nada para desayunar -se disculpó como si pudiera ser entendido por la pequeña ranita desnuda que tenía entre brazos. Un nudo se instaló en su estómago al recordar su propia inutilidad.

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