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No es que no hubiera intentado comer, sabía que su cuerpo lo necesitaba y no le serviría de nada mantenerse en un estado debilitado si surgía la posibilidad de escapar, pero era como si su estómago se cerrara ante la idea cada vez que se obligaba a ingerir algún bocado.
La comida de la prisión era buena, cierto que no se parecía a los banquetes lujosos que se organizaban en Asgard cuando Thor llegaba de alguna batalla exitosa, pero los vengadores no habían intentado humillarlo con la comida para cerdos que ofrecían en las mazmorras de Odín. También era más abundante que la que había podido conseguir él durante su embarazo y los meses siguientes a ello.
La compuerta se abría tres veces al día con platos sencillos compuestos de carne, verduras, legumbres o cereales. Aunque no fueran nada glamuroso, con todo el hambre que había pasado debería haber podido disfrutarlos, pero había dejado de sentir placer o interés en nada que no fuera pasar las horas tumbado en la cama hasta que Tony decidía traer a su hijo.
Sus manos seguían temblando cuando terminó de volcar su estómago e intentó controlarlas abrazándose a sí mismo mientras sus pensamientos se volvían cíclicos alrededor de las noticias que le había traído la espía pelirroja. El niño había dejado de necesitarlo, Tony dejaría de traerlo y sus únicas alternativas eran servir como rata de laboratorio o pudrirse en una celda bajo el subsuelo.
Quizás debería tomar en serio la opción que le había ofrecido la mujer. Sabía que era una trampa y no le atraía la idea de la tortura, pero Shield también tenía a hombres influenciables y corrompibles, sabía que algunos incluso trabajaban para Hydra bajo las sombras. La posibilidad de convencer a alguno de ellos para que le dejara escapar flotaba en el aire y era mucho mejor alternativa que permanecer en el sótano de Tony Stark por toda la eternidad.
—Por favor, respire profundamente. El señor Stark está siendo avisado.
Apenas pudo registrar el mensaje de la voz automatizada por encima de los latidos de su corazón que zumbaban en sus oídos y parecían subir desde su pecho hasta la zona en la que su garganta se estrechaba. No estaba respirando y su cerebro ni siquiera era capaz de registrarlo, casi toda su atención se enfocaba en como el temblor de sus manos se había extendido por todo su cuerpo.
Volcó todo su esfuerzo en dejar de temblar, respirar, mover un brazo... pero sus músculos no obedecieron ninguna de las órdenes que probó y un sudor frío recorrió toda su espalda, iba a morir.
Iba a morir.
Iba a morir.
Iba jodidamente a morir.
Sus pensamientos se volvieron cíclicos ante la misma idea durante lo que pareció una eternidad y todo a su alrededor dejó de tener importancia. Le pareció ver llegar a Tony corriendo, gritar algo que no entendió y la habitación empezó a inundarse de gas gris. Segundos después sus párpados se volvieron de plomo y dejó de pensar.