—Hola, Cristina —reconocí la voz trémula del que era mi amigo, llamándome tímidamente a través de la puerta de mi habitación, asegurada con el pestillo.
No me moví y seguí inmóvil sobre mi cama, con la cara escondida en mis rodillas. No esperaba que Sergio estuviese ahí. Mi subsconsciente me decía que me odiaba después de ese enfado y que ya no le importaba.
—¿Cristina? —volvió a nombrarme y tras quedarse en silencio unos instantes, suspiró al darse cuenta de que no iba a contestar.
Hacía unas pocas horas que me habían traído de vuelta a "casa", pero aún no era capaz de hablar acerca de lo que había pasado esos días, no conseguía asimilarlo.
—Tus padres me han dicho que no has articulado palabra desde que volviste —hizo un intento por iniciar una conversación.
Escuché cómo se acomodaba en el suelo del pasillo recostando su espalda en la puerta.
—Cuando me enteré de que habías desaparecido, algo se partió dentro de mí —prosiguió—. Me preocupaba mucho no saber cómo estabas. Durante estos días no he podido dormir porque no paraba de pensar en ti, en si a lo mejor tenías en mente hacer alguna tontería. Aún no sé por qué te fuiste, pero el hecho de que te alejaras me dejó con un sentimiento de culpa enorme —noté cómo el tono de voz de Sergio comenzaba a entristecerse.
Sergio no era muy de hablar o expresar lo que sentía, era más de actos. Por eso, me sorprendió que se estuviera abriendo conmigo de esa manera, tanto que incluso algo se revolvió en mi pecho.
—Sé que no he sido un buen amigo, pero ha pasado un tiempo desde lo que pasó y pensaba que podríamos tratar de hablar las cosas, aunque veo que no llega a ninguna parte —mi amigo se mostró arrepentido y decepcionado debido a que aún no le dirigía la palabra—. En ocasiones aún recuerdo el mal sabor de boca que creo que se nos quedó a los dos esa última vez que hablamos. A ambos nos pilló en caliente y siento que me pasé. No ha pasado ni un sólo día en el que no me haya replanteado cómo hubieran sido las cosas si me hubiese comportado de otra manera. Lo siento —se disculpó de manera sincera.
Me levanté de la cama y tras dos zancadas también me apoyé en la puerta, no interrumpí porque quise dejar que se siguiera explicando.
—Nunca supe exactamente cuáles fueron los demonios que atormentaban tu mente, esos que te hicieron sentirte miserable, esos que te hicieron creer que huir de los problemas iba a solucionarlos —pude darme cuenta de que cada vez se escuchaba más roto—. Al final supongo que se trataba de una lucha contra ti misma que sólo podías emprender tú. A lo mejor puede que aunque ganases alguna que otra batalla, esa lucha interna sea algo con lo que tuvieses que convivir. Puede que todos en el fondo la tengan, que sólo quede abrazar esas inseguridades y aprender de ellas para mejorar —mi amigo intentaba entender de algún modo lo que me había pasado, trataba de ayudarme.
De un impulso abrí la puerta y me abalancé sobre esos estúpidos rizos rubios sin poder contener las lágrimas. Aunque aún estaba algo enfadada, no podía negarle un abrazo por muy mal que me hubiera hecho pasar, porque en el fondo quería que todo volviese a ser como antes.
—Te he echado mucho de menos, gilipollas —conseguí decir entre sollozos.
Podríamos decir que esta historia comenzó a raíz de esa fiesta a la que ni siquiera tenía la intención de ir, pero en realidad todo venía arrastrándose desde un tiempo antes. Ese cinco de febrero se sintió como un toque seco que hizo que todas las piezas de dominó se derrumbaran en cadena, una tras otra. Una bomba cargada de alcohol y emociones que estalló cuando tuve que huir después de haber posiblemente cometido un asesinato.

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𝐋𝐨 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢
Teen FictionCristina, una adolescente a punto de terminar el bachiller, ya tenía planeado escaparse de casa, lo que no esperaba era tener que convertirse en fugitiva tras cometer un crimen que ni siquiera recuerda. Spin-off de "Como a un hermano" (contiene algu...