Me da miedo la clase de persona en la que nos convertimos cuando bebemos. Algunos se vuelven más sensibles e incluso se abren contando cosas de las que se arrepentirán a la mañana siguiente, otros se vuelven agresivos o tienen ese impulso que les motiva a hacer eso que la consciencia les impide. ¿El alcohol saca a a luz cómo somos realmente?
Bebemos para saciar un oculto vacío que nos está consumiendo: distraernos con adrenalina, euforia, efímera felicidad... para tratar de olvidarnos un rato de lo que en el fondo nos duele.
—¿Qué has hecho? —pregunté rápidamente a Lucía.
—Mm... pues... me aparté con Saúl para hablar de ti y tal, ya sabes, tratar de ayudar... —empezó contando sin aún haberse aprendido el nombre del chico.
—Joder, ¡que se llama Sergio! ¡SER-GIO! ¡Te falta decirle Shrek! —le interrumpí y tomé otro trago.
—Prima, porfa espera, es que... No sé cómo, pero hemos acabado liándonos —confesó y me faltó poco para ahogarme con la bebida.
—¡¿Qué?! —grité y abrí los ojos muchísimo por el asombro.
Teniendo en cuenta que Lucía antes insinuó que me gustaba mi amigo, empecé a pensar que esto lo hacía como venganza porque se me acercó Pablo, aunque el chico solo se preocupó por mí. Lo que no me cabía en la puta cabeza era cómo Sergio había sido capaz.
—Ay... jo, prima, ¡pero dime algo, porfa! No sigas con esa misma cara de siempre, me das miedo —dijo con esa voz de niña pequeña que odio.
—¡¿Es una puta broma, no?! —por fin le respondí.
—No... —contestó Lucía con sinceridad.
La rabia hizo que no pudiera evitar explotar y echarle todo en cara. Bueno, creo que el alcohol también tuvo algo que ver...
—Pero vamos a ver... —analicé la situación—. Hace nada me dijiste que te parecía feo y ¿vas y te lías con él? ¡¿No sabes estarte quieta por una vez en tu puta vida y controlar tus malditas hormonas?! —le levanté la voz.
—Ay, nena, ¡qué exagerada! Solo es un chico, tampoco es para tanto. Encima que te lo digo... —mi prima puso los ojos en blanco, quitándole importancia al asunto.
—Joder, hija, pues qué menos que decírmelo, ¿no? ¿O esperabas hacer como con tu ex-novio, nunca tener valor para decirle lo que hiciste? —le recriminé.
—¿Perdona? —me miró con demasiado asco.
—Sinceramente no sé que vio Dani en ti, pero lo que si sé es que él te quiso de verdad. No como la gente que se te acerca porque quiere aprovecharse y sabe que tú les vas a dejar —le di un golpe de realidad.
—Prima, estás borracha, ¿verdad? —no creyó que le estuviera plantando cara.
—¿Qué dicess túu?— le dije a la vez que traté de aguantar un buche—. ¿Sabes qué? Estoy harta. De todos, pero sobre todo de ti. Porque parece que todo lo haces buscando joder a los demás. No te quiero volver a ver nunca. Que te acompañe el majo de Sergio a casa —le tiré lo que me quedaba del cubata encima del vestido plateado.
Aunque estaba algo mareada conseguí ver que Lucía estaba en blanco, no tenía nada que decir. Creo que nunca esperó que le soltara todo eso, o que le plantara cara. Solo me miró tratando de buscar una mínima esperanza de que siguiera a su lado, como lo estuve siempre, pero eso no iba a volver a suceder. No podía seguir haciéndolo. Sus grandes ojos marrones se humedecieron y su nariz comenzó a temblar.
—Me voy a por otro, adiós —le dije seria, antes de marcharme en busca de más alcohol.
Sin ningún ánimo de volver a ver a mi prima Lucía, me perdí de nuevo entre la multitud. O eso creía, porque veía algunas figuras y colores que suponía que eran personas. Alcancé finalmente la nevera y me topé con un estúpido rubio con chupetones por el cuello.
—Hola, Cristina, ¿sabes que me he liado con tu prima? —me saludó Sergio.
Le di una bofetada y le quité su vaso para bebérmelo yo.
—Ya lo sé, gilipollas —le di una falsa sonrisa—. Y también sé que hace nada la estabas criticando conmigo —le recordé.
—A ver, Cristina, ya lo ssé... —arrastraba las palabras—. Mira, desde que me dijiste lo de la fiesta llevo pensando en ella toda la semana. Que sí, que ya sé cómo es, pero es que se me han puesto esos dos melones delante y no he podido decir que no, entiéndeme —confesó haciendo un gesto de agarrar con las manos—. Y me la pela si te parece mal, como si no quieres volver a dirigirme la palabra, porque he disfrutado muchísimo y no me arrepiento de nada —declaró dejando claro que no le importaba.
Ya no reconocía a mi amigo, no sabía si de verdad estaba siendo consciente de lo que había hecho, pero me dieron demasiado asco sus comentarios y lo hipócrita que estaba siendo. Dicen que los borrachos siempre dicen la verdad, si soltó eso era porque en el fondo era lo que realmente pensaba. Por eso, yo ya no quería seguir siendo amiga de alguien que estaba demostrando ser igual que un neandertal.
Algo en mí quiso hacerle razonar y que de algún modo arreglase la barbaridad que acaba de soltar, pero tenía un nudo en la garganta que no me permitió hablar. No soportaba tener que pedirle de nuevo a nadie que se quedase en mi vida o convencerle de que merecía la pena. Acepté que nuestra amistad había terminado y que la misma persona que tantas veces fue mi refugio, había dejado de serlo.
—Adiós, Sergio —me despedí con una sonrisa triste aguantando las lágrimas, sabiendo que ya no quedaba ningún motivo que impidiera que me marchara.
Y todo lo que ocurrió después de eso son escasos recuerdos muy borrosos.
Me desperté y me sentía muy cansada. Tenía resacón y el estómago revuelto. Me sobé la frente para tratar de disminuir el dolor de cabeza. Conseguí aclarar mi vista y vi el escenario del patio interior de la mansión con piscina. Seguía siendo de noche y se escuchaba a gente dentro, pero menos que antes porque era más tarde y ya se habrían ido.
Gracias a las luces de la piscina, me percaté de que en el borde había cristales rotos y algo rojo que hizo que me alarmase. Justo entonces, mi sentido del olfato se re-activó y me hizo saber que el olor de la maceta que tenía al lado no era muy agradable. Me tapé la nariz, viendo que había un charco de vómito enorme.
Lo que no me imaginaba, que hizo que me levantara de un salto y contener un grito de terror, fue encontrar junto a mí a un chaval sangriento y amoratado.
Aunque era cierto que el alcohol en ocasiones me ponía agresiva y que no me faltaban ganas para matar a Lucía, nunca esperé que de verdad fuera capaz de acabar con la vida de alguien.
Un rato antes había llegado a la conclusión de que no podía seguir allí, tenía claramente miles de motivos para irme. Tras matar a un tío sin saber cómo, y teniendo en cuenta que seguramente me habría visto alguien, creí que era un muy buen momento para huir finalmente.

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𝐋𝐨 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢
Dla nastolatkówCristina, una adolescente a punto de terminar el bachiller, ya tenía planeado escaparse de casa, lo que no esperaba era tener que convertirse en fugitiva tras cometer un crimen que ni siquiera recuerda. Spin-off de "Como a un hermano" (contiene algu...