Canté a todo pulmón las canciones que me gustaban para distraerme y funcionó por un rato. Sin embargo, de manera casi inconsciente, cuando hacía alguna que otra pausa, miraba a mi alrededor y buscaba unos rizos rubios entre la multitud.
Una de esas veces, en lugar de encontrar a Sergio, vi a lo lejos una ancha espalda cubierta por una chaqueta motera y al instante sentí como se me revolvía el estómago y me empezaban a temblar las piernas. No creía que pudiera estar pasando. No podía ser él, ¿verdad? Seguro que entre la oscuridad y las luces de colores estaba delirando y era cualquier otra persona.
Por un momento no le di importancia y me di la vuelta para seguir cantando. Pero fue un momento muy, muy, muuuy corto, porque no tardé nada en girar el cuello como si de una película de terror se tratase. Parpadeé dos veces y volví a fijarme. No estaba loca, reconocería esa chaqueta en cualquier parte, todo porque llegué a ponérmela más de una vez.
Justo entonces alguien a mis espaldas me pegó un grito al oído que hizo que me sobresaltara.
—¡¿Por qué coño me asustas así?! —me sujeté el corazón en un puño y más tarde me reincorporé pasándome un mechón de pelo tras la oreja—. ¿Por qué has tardado tanto? —saludé a Sergio con un abrazo.
—Acabo de llegar, es que no encontraba nada para ponerme —contestó el pijo de mierda—. No ha sido demasiado difícil encontrarte, pareces una bolsa de Doritos —gritó mi amigo para que pudiera oírle entre la ensordecedora música.
Él llevaba una camisa azul celeste que le quedaba de maravilla. Me agarró del brazo y cantó acercándose a mí. Bailamos a nuestra manera haciendo el gilipollas y eso hizo que me empezase a sentir mejor. Iba a echarle de menos.
Por desgracia, Lucía vino a molestar, abriéndose paso entre la multitud con unos cuantos codazos, incluso tirándole el cubata encima a una persona. Sergio saludó a Lucía con una gran sonrisa que hasta me llegó a dar miedo. Me pidió ir con ella al baño y aunque yo quería seguir bailando con mi amigo, no tuve más remedio.
Me apoyé en la pared de azulejos y ella utilizaba el váter.
—Emm... Cristina, ese con el que estabas hace un momento era Samuel, ¿no? —preguntó cogiendo algo de papel.
—Sergio, sí —le corregí algo cansada.
—Es que... no es muy agraciado, ¿no crees? Tiene la cara de un bebé. Bueno, ya verás lo que haces. Si a ti te gusta, líate con él ¿sabes? Yo personalmente no lo veo muy allá, pero... yo que sé, a lo mejor los dos pegáis más así —comentó con ese tonito de voz que me irritaba a más no poder, tras tirar de la cadena.
—No me gusta, es mi amigo —dije con completa sinceridad.
—Claro. Me voy al porche a fumar, diviértete —avisó y se fue, sacudiendo su pelo negro en el aire.
No podía odiarla más. Permanecí en el cuarto de baño y la rabia se apoderó de mí. Miraba hacia abajo con el pelo sobre mi cara ocultando mis lágrimas, apretando mis puños e hincándome las uñas con fuerza.
De pronto, alguien abrió la puerta del baño repentinamente. Del susto di un manotazo, tiré un lujoso jarrón que había sobre el lavabo y cayó al suelo haciendo bastante ruido. Lo normal hubiera sido que alguien más, aparte de nosotros dos, escuchara al valioso objeto hacerse añicos, pero no fue así gracias al alto volumen de la música.
—¡¿Sergio, pero tú eres puto tonto o no te han enseñado a llamar antes de abrir una puerta?! ¡Te dije que no me asust... —no terminé la frase porque me di cuenta de que estaba frente a esa puta chaqueta motera—. Mierda —se me escapó al percatarme de que le estaba gritando a la persona que menos ganas tenía de ver.
Tuve que mirar hacia arriba para verle la cara, que claramente mostraba que estaba extrañado. Ya se me había olvidado de que era tan, tan alto. Si yo de por si ya era algo alta, a ese chico le llegaba por el pecho. Su cuerpo estaba aún más robusto que la última vez. Su pelo era del mismo color que el mío, llevaba un degradado en pico. Su tez algo morena enfatizaba sus ojos verdes.
—Ehh... —comenzó diciendo con su voz grave—. No sabía que estaba ocupado, pero... creo que has roto algo —me miró extrañado y luego a lo que era un jarrón por todo el suelo.
—¿En serio, Martín? ¡No me había dado cuenta! —me agaché y amontoné los trozos.
Me giré y el chico había cerrado la puerta del baño.
—¿Por qué sigues aquí? —le pregunté enfadada.
—Parece que necesitas ayuda, Cristina —el cabrón siguió riéndose.
Odiaba como sonaba mi nombre a través de sus labios.
—¡Que me dejes en paz, coño! —le grité pero me ignoró.
Cogí la toalla de manos y coloqué sobre ella el montoncito que estaba haciendo. No lo podía tirar a la papelera, sería muy obvio y encontrarían mi destrozo enseguida.
—Tú, gilipollas, ya que no te vas, ve y tira esto fuera en algún contenedor —le tendí el estropicio envuelto en la toalla—. Luego vuelve a dejar la toalla como estaba. Gracias, apañao' —le di dos palmaditas en la espalda con resentimiento.
Él hizo lo que le pedí. Cogí otro jarrón parecido que estaba en un pequeño estante junto con algunos productos de aseo para dar el cambiazo. Con suerte no se percatarían de la ausencia del original. Por fin me fui de ese baño. No podía creer que después de tanto hubiera tenido una conversación con ese ser. Si no hubiera estado bebida no lo hubiera hecho ni de coña.
Volví a donde estaba antes bailando y no encontré a Sergio, así que me "divertí" por un rato yo sola, liberando todo el estrés de lo que acababa de pasar.
Tras un rato Lucía me vino llorando y puse los ojos en blanco.
—Prima, no te lo vas a creer, Pablo me ha dicho que no quiere saber más de mí... Se ha enterado de que me lie con él sin decirle que tenía novio... y ahora al parecer mi ex Dani y él son amigos... han descubierto la verdad y... —siguió hablando con balbuceos pero no le escuché.
Se lo tenía merecido. Lucía hace un tiempo estuvo unos meses con Dani, era muy raro que tuviera novio. Él era una persona que de verdad se enamoró de ella, o de al menos esa versión que mostraba a su lado. Aunque ella pagó todo su malestar con el divorcio de sus padres con él e hizo que se quedara solo, Dani aún siguió a su lado. Lucía no supo tenerle un mínimo de respeto, fue una novia de mierda y le puso los cuernos con Pablo, encima no le explicó nada a Dani, como una cobarde.
Se notaba que Pablo era un buen amigo, porque tras darse cuenta de que fue el cuerno sin saberlo y que se estaba liando con la ex de su amigo sin saber tampoco que lo era, había rechazado a Lucía para no herir más a Dani. A ver, que el capitán del equipo de baloncesto tampoco se salvaba de ser un putero, pero al menos tenía principios.
Pero, de pronto, Lucía se quedó callada sin más y eso me desconcertó.
—Emm... prima, retiro lo de antes, el Santi no está mal —dijo dirigiendo toda su atención hacia Sergio borracho, que estaba sobre una mesa bailando con la camisa celeste desabotonada.
Yo también me quedé boquiabierta, no me esperaba que tuviese abdominales, se le veía más bien delgaducho.
—Cristina... ¿qué te parece si voy a hablar con él y le convenzo para que esté contigo? —dijo Lucía aún sin mirarme y se fue hacia él sin ni siquiera esperar mi respuesta.
Me eché otro cubata. Y luego otro. Y otro, y otro... Pasaron unos minutos y vi aparecer a mi prima Lucía otra vez.
—A ver, Cristina, tengo algo que decirte, pero júrame que no te vas a enfadar... —me dijo con una risa nerviosa.

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𝐋𝐨 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐭𝐢
Fiksi RemajaCristina, una adolescente a punto de terminar el bachiller, ya tenía planeado escaparse de casa, lo que no esperaba era tener que convertirse en fugitiva tras cometer un crimen que ni siquiera recuerda. Spin-off de "Como a un hermano" (contiene algu...