3 de junio

3 1 0
                                    

Este año ha sido un camino complejo, uno en el que al inicio parecía haber un rayo de esperanza. Sin embargo, se repite el mismo patrón, una y otra vez. Un dolor en el pecho que parece no tener fin, una presión indescriptible que me aplasta. A veces, incluso consideré poner fin a todo yo mismo, pero me faltó el valor para dar ese paso.

Siento que si tan solo pudiera observar las luces de la ciudad, escuchar su zumbido, sentir su frialdad y perderme en sus estrellas, quizás podría encontrar un atisbo de pertenencia. Imagino entrar a una cafetería, sentir el aroma del café mientras mi mirada se pierde en el cristal, sin pensamientos que me agobien. Sería un consuelo, una experiencia intrigante por vivir.

Observar la lluvia deslizarse por las calles frías y húmedas, me pregunto si cambiaría algo o simplemente la contemplaría con añoranza. Escuchar su música cuando se mezcla con el viento podría llevarme un mensaje, despertar sensaciones en mi interior, quizás incluso anhelar el calor entre mis dedos.

Pero últimamente no logro pensar con claridad. A veces salto entre deseos de acción y una sensación de estar hecho pedazos. El pensamiento se nubla, una verdad incuestionable: ya no puedo pensar. Leo y releo, veo videos cortos, navego por redes, todo en busca de un propósito, intentando seguir adelante, ansiando levantarme cada mañana, aunque en el fondo sé que me estaría mintiendo a mí mismo. No entiendo qué ocurre, solo puedo afirmar que estoy exhausto.

Comprendo que debería centrarme en mí mismo, pero se ha vuelto un acto imposible. Aunque sé que es hora de enfrentarlo, es una tarea que se torna cada vez más difícil, algo que arrastro desde hace tiempo.

Me permito ser consumido, envuelto, una y otra vez, con el resultado final de lastimarme. Quisiera dejar de sentir, resistir la tentación de escuchar mi propia respiración entrecortada y evitar las lágrimas que quieren brotar.

Mis uñas se clavan en mi piel, la estiran y lastiman. Quizás no sea lo correcto, pero siento que esto me ayuda. ¿Estará mal dañar mi cabeza con mis propias manos, o sujetar con fuerza y frustración mis cabellos enredados?

Contando los díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora