6 de junio

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Hoy me aventuré hacia un rincón del cual dudaba si desearía regresar algún día.

Fue una experiencia inmersiva y lineal, mas cada paso adelante venía acompañado por la devoradora opresión de ese lugar repleto de desolación. Los sonidos, las imágenes, todo me envolvía en un abrazo implacable de desesperanza.

En una de las salas, los lamentos, la tristeza, la angustia y las burlas convergían, siempre acompañados por el constante eco de una locomotora lejana. Sé que fue un dolor profundo, algo que no se debe olvidar ni someter al análisis excesivo. Me fue imposible sobrepasar ese umbral, cada aproximación me atenazaba con angustia hasta que decidí alejarme.

Y todo eso ocurrió en un lapso tan breve.

Mensajes apresurados marcaban el ritmo, culminando con un desolador "Haz lo que quieras".

Esos siete minutos de retraso, esos 53 minutos en total, se convirtieron en mi tortura personal.

¿Por qué no pude aguardar siete míseros minutos? ¿Por qué tengo que ser el destinatario de desprecios? ¿Por qué me veo obligado a compartir el mismo transporte?

(Museo del Holocausto)

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