8 de julio

1 0 0
                                    

Los pensamientos revolotean como aves enloquecidas, no ceden en su giro interminable y cercenan la visión. En un abrir y cerrar de ojos, la transforman, es sorprendente cómo algo tan nimio puede clavarse en nosotros con una herida tan profunda.

Te aprieta, te ahoga por algo que parece insignificante. ¿Por qué semejante tormento por un simple error? Yo no lo cometí, y aún así soy quien carga con el lamento noche tras noche, día tras día, año tras año. ¿Y con qué propósito? ¿Solo para abrazar el dolor y sucumbir ante la enfermedad?

¿Puede considerarse esto una recompensa digna de tal sufrimiento?

Contando los díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora