La Rielera

7 2 5
                                    

El maquinista en camino siempre en su sitio va fiel
Cuando la locomotora va caminando en el riel
Toditos los garroteros y los fogoneros también
Llevan en riesgo su vida entre la rueda del tren

Los rayos del sol bañaron el convento de Santa Cecilia hasta los cimientos. El bullicio matutino del pueblo era apenas perceptible dentro de sus muros y, de no ser por la luz que llenaba la habitación, podría haber seguido durmiendo sin ningún problema. Aunque estuviese ahí desde hace un par de semanas

Se levantó de la cama, la tendió y empezó a alistarse para salir del cuarto. Apretó las vendas que tenía enrolladas en el pecho, se alboroto el cabello, se calzó las botas negras y se fue

Al ir caminando hacia lo que podía catalogarse como el comedor, se encontró con una de las monjas del convento

- Buenos días jovén, ¿cómo amaneció?

- Buenos días Madre Patricia, bien gracias, ¿y usted?

- Bien jovén, aunque anoche los perros empezaron a hacer un escándalo que fue un calvario, hasta que por ahí de la media noche por fin se callaron

- Tiene usted toda la razón, pero por favor puede decirme Evaristo o Eve, no tiene por qué decirme "jovén"

- Pero es que lo es, por cierto, ¿ya pensó en desposar a alguien? Tiene buen porte, muchas muchachas querrían estar con usted

- ... Lo he pensado, pero aún no encuentro a la indicada

- Una lástima, que tenga suerte con su amorío. Bueno, lo dejo, tenga un buen día

- Gracias Madre... Igualmente

Yo soy rielera, tengo mi Juan
Él es mi amado yo soy su querer
Siempre me dice cuando se va
Adiós mi rielera ya se va tu Juan

Gabriela había sido levantada por la fuerza por la hermana Paquita; se había vuelto su tutora provisional a petición de su madre, y ella no sabía si era un premio o un castigo

Se aseó de manera apresurada para evitarse el regaño de la hermana Paquita y lograr avanzar rápidamente a la cocina para iniciar sus tareas

Al llegar se encontró con una persona de espaldas a ella, de pie frente al fregadero, lavando los platos de su desayuno

Algunas de las monjas estaban intentando hacer que dejara la tarea, pues era una tarea que una mujer debía hacer, sin embargo, haciendo caso omiso de aquellas palabras, continúo con su labor

- No me cuesta nada lavar unos simples platos - dijo con una sonrisa tranquila mientras apilaba los que ya tenía limpios en otro lado

Detrás de ella, logró distinguir las voces de dos hermanas, apenas un par de años mayor que ella, cuchicheando sobre las acciones poco convencionales que presenciaban

- Mira que alto, jovén y servicial hoy día ya no hay muchos

- Yo diría que más bien es una actitud un poco de maricones, ¿no?

- Bueno, razones no te faltan, pero vamos, de eso a que te rompan el brazo por no levantar un vaso con agua, como a Doña Lucero

El canto de la Adelita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora