La Valentina

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Una pasión me domina
Y es la que me hizo venir
Valentina, Valentina
Yo te quisiera decir

Dicen que por tus amores
La vida me van a quitar
No le hace que sean muy hombres
Yo también me sé pelear

Los últimos días habían sido asfixiantes

Había tantas preguntas rondandole por la cabeza

¿"Esa"? ¿"Hija"?

Pero nunca vio sangre en su entrepierna, ni bultos en su pecho, ¿cómo es que era una mujer?

¿Por qué la están persiguiendo?

La última pregunta era la que más la acechaba

¿Desconfiaba tanto de ella como para no decirle?

Y más importante aún

¿Dónde está?

A pesar de que se había ido, las tropas no se retiraron en su totalidad

Ahora había soldados en los lugares más concurridos de Santa Cecilia, y cada noche, exactamente a las 8, se anunciaba un toque de queda; que había sido roto por uno que otro diablo, y que al día siguiente amanecía con la cara partida o dejaba de saberse de su existencia

El hecho de que la indiferencia y tranquilidad se hubiese cambiado tan fácilmente por el miedo, resultaba abrumador

Afuera, en las calles, el miedo y la supervivencia del que más sumiso fuese se comenzó a hacer una ley; pero dentro del convento, y excluyendo el momento de su partida, era como si no hubiese pasado absolutamente nada

Pero claro que había pasado

Dejó de sentir la mirada que se le clavaba en la espalda y la perseguía hasta perderse en una esquina o en su cuarto

Se fueron las mañanas en las que alguien mal hacía algún quehacer en la cocina

Los medios días haciendo o deshaciendo algo para distraerse

Y las tardes mirando un mapa y hablando de todo y nada con él... ¿O era ella?

                                     

           °                 °                 °

La noche, el caballo, los disparos

Aquello era lo más memorable que tenía la noche que huyó de su casa

La noche, el caballo, los disparos

La sangre

Y aquello era una parodia de su primer huida

No, no huida, escape

Apenas logró perder a sus cazadores, y la fiebre ocasionada por el disparo amenazaba con hacerle aminorar el paso y caer rendida antes de llegar a su destino

Escondiéndose entre los matorrales y atando al caballo para que no hechará a correr, se quitó la ropa y las vendas del pecho, limpió la herida, y se examinó para encontrar alguna otra

Se pasó las manos por la cabeza, el sudor le empapaba el cabello que, a pesar de estar mal cortado, le había ayudado a pasar por hombre

Fue bajando con cautela y lentitud, evitando lastimarse más de lo que ya estaba

El cuello estaba bien

El canto de la Adelita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora