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Sunghoon a veces soñaba con el momento en el que despertaba en el hospital, aturdido, sin saber dónde estaba ni por qué estaba acostado cuando solía estar sentado siempre

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Sunghoon a veces soñaba con el momento en el que despertaba en el hospital, aturdido, sin saber dónde estaba ni por qué estaba acostado cuando solía estar sentado siempre.

Siempre.

Su orientación era un desastre en ese instante, sobretodo porque apenas recordaba algo de lo ocurrido horas atrás, su mente siendo un lío de ideas inconexas que no podía desentrañar con facilidad.

Levantó la vista, viendo que en su brazo había una aguja enterrada, y el pánico se apoderó de él.

Su mano tembló cuando agarró ese extraño artefacto y se lo arrancó, punzante dolor estallando en su brazo mientras sangre escapaba de la herida, pero no lo preocupó en ese instante, sólo podía pensar en averiguar dónde estaba a pesar de que una de las primeras reglas que le habían enseñado era asesinar la innata curiosidad que podía tener.

Salió del cuarto, viendo el pasillo vacío, y al volverse a mirar por la ventana notó que era de noche. Arrugó el ceño, confundido, su cuerpo moviéndose automáticamente, y comenzó a caminar por el lugar, pensando en qué estaba haciendo allí.

Lo último que recordaba era como unas manos callosas lo sostenían por las axilas, dejándolo sentado en el lugar de siempre y la oscuridad hacía acto de presencia, sus piernas pegajosas, su ropita destrozada.

Una mujer vestida de blanco le devolvió la mirada, sorprendida, y vio sus labios moverse, pero el pequeño niño no entendió nada.

Retrocedió cuando la mujer dio unos pasos para acercarse, asustado, pero antes de poder correr, la enfermera lo agarró del brazo deteniéndolo.

Su primer instinto fue morderla salvajemente, gruñendo como un animalillo acorralado, y pudo ver la expresión de dolor en su rostro. Pero ya lo había soltado, así que se giró, corriendo de allí.

No llegó lejos, por supuesto: unos hombres vestidos de negro aparecieron, agarrándolo, tratando de calmarlo, pero Sunghoon recordaba el miedo, el pánico, el temor.

Una persona normal gritaría; Sunghoon sólo lloró.

Despertó entonces empapado en sudor mientras su pecho subía y bajaba por el pánico, repitiéndose a sí mismo que no estaba en el hospital, que no estaba en la comisaría, y que, por supuesto, no estaba en esa horrible casa que había sido su pesadilla durante tanto tiempo.

No, estaba en su hogar, estaba en casa de sus papás y abuela, estaba a salvo.

Aun así Sunghoon se bajó de la cama, su rostro empapado en lágrimas, y corrió al cuarto de sus padres, viéndolos dormidos en la cama. Se acercó, titubeante, indeciso sobre despertarlos porque, a veces, producto de la bruma del sueño y del miedo, pensaba que esas personas allí acostadas también le harían daño.

¿Hoonie?

Vio a su madre abrir los ojos, media dormida, y abrió la boca, pero por supuesto no salió palabra alguna.

୨୧ 𝐌𝐔Ñ𝐄𝐐𝐔𝐈𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐏𝐎𝐑𝐂𝐄𝐋𝐀𝐍𝐀  ⇝  𝒥akehoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora