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"Estoy jodido, soy negro y azul. Estoy hecho para eso, para todo el abuso"

Kitty sintió unas manos recorriendo su cuerpo, el tacto era brusco, desenfrenado y fue justamente eso lo que lo despertó. En cuanto abrió sus ojos se encontró en una habitación oscura, había algunos foquitos led en color rojo en las paredes y eso apenas iluminaba el lugar, veía borroso.

Agust le chasqueó los dedos en el rostro para que reaccionara, estuvo un poco angustiado de que no despertara y recién le había quitado una de sus prendas porque estaba sucia de sangre. Afortunadamente tenía algunos conocimientos sobre primeros auxilios y fue capaz de curarlo, no había sufrido nada grave, solo necesitaba reposo.

De eso ya había pasado un día entero, tenía al ladrón en su escondite, el cual se encontraba en un estacionamiento viejo, medio derrumbado, lo único que había quedado útil de eso fue el sótano y sus pasillos. En ese sitio tenía su hogar, donde escondía sus armas y vehículos, igual allí vivía o eso intentaba, nadie lo conocía o sabía de su existencia porque obviamente se encontraba abandonado y eso le daba cierta seguridad.

Kitty sentía que su cabeza dolía demasiado, por lo que arrugó el rostro, intentó tocarse la frente, pero no pudo realizar el movimiento porque se encontraba amarrado a un sillón individual verde. Eso lo alarmó porque realmente estaba frente a un asesino psicópata, totalmente desarmado y a su merced, ya podía ir imaginándose la manera en que lo mataría.

Tuvo que prestarle atención a su alrededor para buscar alguna forma de defenderse, pero no encontró nada, el lugar estaba aparentemente vacío, ordenado y limpio. Se centró en Agust, quien ahora se encontraba con ropa cómoda, una camisa negra sencilla, un pantalón de mezclilla azul rasgado, descalzo y con algunas benditas en sus heridas.

Por su parte, aún conservaba su vestimenta habitual, no parecía que le hubiese quitado nada, más que la chaqueta de cuero que yacía en una silla a unos pasos de ellos, saber eso lo hizo sentir un poco más tranquilo.

—¿Qué demonios quieres? — preguntó Kitty ante el silencio extrañamente cómodo que había entre los dos, realmente él se debería sentir asustado u algo parecido, pero estaba demasiado relajado para ser verdad.

Agust no le respondió y, en cambio, alzó una mano para recorrerle el rostro con delicadeza, lo que le hizo cerrar los ojos por instinto. Sintió como el asesino le tomó por el mentón y su dedo pulgar le acariciaba sus rosados belfos con lentitud, como si estuviera fascinado con ellos.

Su cuerpo comenzó a reaccionar al tacto de Agust, no tenía asco, había una sensación de excitación y calidez revoloteando en su vientre, sabía lo que significaba. Abrió sus ojos para asegurarse de no estarse equivocando y se centró en los felinos fanales del asesino y se dio cuenta de que este ya lo miraba, como esperando que él lo hiciera en algún instante.

—¿Lo sientes? — preguntó Agust con su voz ronca, estaba jodidamente ansioso y había una enorme tensión entre ellos.

Kitty al escucharlo sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal, fue demasiado para su libido, podía sentir su rostro caliente, probablemente estuviese sonrojado y rayos, no solía hacerlo por nada del mundo. Nunca había pensado sobre Agust de esta manera, no se planteó que fuera una posibilidad, él no se acercaba demasiado a otros por su secreto, el cual lo avergonzaba demasiado para tener algo con alguien.

—¿Por eso me has estado siguiendo todo este tiempo? — interrogó algo incrédulo el peli rosa.

Agust acercó su rostro al de Kitty, pegó sus narices y aspiró su perfume que era una combinación de rosas y mandarinas. Ah, definitivamente se había preguntado cuál era su olor y estaba satisfecho al saber que era delicioso.

𝓐𝓶𝓪𝓷𝓽𝓮𝓼 𝓹𝓮𝓵𝓲𝓰𝓻𝓸𝓼𝓸𝓼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora